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Los músculos del Rocío

Francisco Peregil

Un joven de camisa verde pasó a la una de la noche por la ermita de Ayamonte propinando codazos y puñetazos en el pecho en dirección a la Virgen del Rocío. Allí le aguardaba un hueco junto al resto de los camisas verdes, una treintena de almonteños, entre los 18 y los 25 años, enganchados a la reja por saltar. Pero hasta llegar allí se interponían 10 metros de costillas y pectorales donde se incrustaban los codos del que quería pasar. La palabra perdón no existía. Nadie objetaba nada al almonteño, excepto un incauto, que osó decirle:-Pasa, hombre, pasa sin prisas.

El de la camisa verde no lo oyó, pero varios almonteños miraron sorprendidos al incauto, y una mujer le aconsejó:

-Si un camisa verde te empuja, primero le pides perdón y después le das el paso y las gracias. Porque si no, te puede pegar un puñetazo en las gafas antes de echarte fuera. Eso sí: puede que el mismo que te haya pegado te abra paso entre la gente hacia la calle.

Junto a la verja todo eran camisas verdes. Uno de los almonteños le propinó a un camisa verde un tortazo en el pecho antes de espetarle:

-Tú no eres almonteño -el otro agachó la cabeza-, ni- tú tampoco, compare -le dijo al que estaba al lado endiñándole otro mamporro-, en Almonte somos 18.000 y nos conocemos todos.

Los dos aludidos agacharon la cabeza. Un tercer camisa verde que mediría metro noventa tampoco se libró del tortazo:

-Y tú tampoco eres de aquí.

El metro noventa no rechistó. A los cinco minutos salían los tres foráneos. En diez zancadas a la redonda no había nadie junto a la Virgen que no fuera almonteño. Algunas mujeres soportaban los empujones junto a sus novios. "Es cosa de hombres", decía Paqui Fernández, almonteña de 18 años y estudiante de COU. "La verja la tienen que saltar ellos, y no es por machismo, sino por respeto a la tradición".

-¡A ver si arrastramos, coño, a ver si arrastramos, que la vamos a liar!- repetía todo el mundo de vez en cuando.

La clave era juntar los dos puños junto al pecho, protegerse con los codos y, en caso de ser empujado, arrastrar los pies por el suelo, porque en el momento en que se levantase un pie podría pisar a otro, perder el equilibrio y quedar aplastado. No sucedió eso.

A la una y diez, los camisas verdes empezaron a dividirse. El bando de la izquierda empezó a gritar ¡viva la Virgen del Rocío!, y el bando de la derecha comenzó a silbarle, a apuntar hacia ellos con el puño cerrado. El de la izquierda pretendía calentar el ambiente, arrancar vivas de entre el público para saltar la verja lo antes posible. Pero el de la derecha, más apegado a la tradición, quería que no sé saltara la verja hasta que no entrara el Simpecao.

Una piscina de sudor

El rito estaba degenerando en los últimos años, y cada vez se sacaba a la Virgen más temprano. Unos de los que no querían saltar pronto renunció a su puesto privilegiado en la segunda fila más cercana a la verja para abrirse paso hacia la izquierda y reprender a un paisano de ese bando. A los veinte minutos, ese mismo almonteño que reprendía fue sacado inconsciente y en volandas hacia la puerta. Traumatismo craneal y estado grave le han diagnosticado en un hospital de Sevilla.

Cuando ya se veía entrar por la ermita el Simpecao, la masa se movía en una piscina de sudor. Chorreaban los pantalones, las camisetas, las carteras pegadas a los bolsillos traseros, los zapatos y las correas de los relojes. A los dos y diez de la madrugada se saltó la verja. Cinco minutos más tarde que el año pasado. El calor adquirió el rango de enemigo público número uno. El servicio de socorro instalado frente a la ermita atendió a 138 personas. Cada vez que alguien se sentía mal, un pasillo se abría en la masa como si fuera el mar Rojo abierto por Moisés. La Virgen se caía, se caía hacia un lado, y de repente alguien lograba levantarla. Una mujer empezó a gritar, toda sudorosa, como asfixiándose; vanos camisas verdes le querían abrir paso, pero ella gritaba: "¡Dejadmeee que la quiero tocaaar!". A tres metros de la Virgen era imposible tocarla. Si el oleaje de empujones te llevaba hacia ella, sueño cumplido, y si no, pasillo y puerta, que fue el destino de la señora cuando la sacaron exhausta y en volandas hacia la calle.

Romería en Montmeló

No menos espectacular ha sido la romería del Rocío catalán, organizada por la Federación de Entidades Culturales Andaluzas, que, según esta entidad, Concentró en las afueras de Montmeló a más de 300.000 personas durante los cuatro días de festejo.

El recinto de la romería ocupaba 12 hectáreas de terreno. Francisco Redondo, vocal de la organización, expresó su satisfacción por el éxito de los actos. "Este año", dijo, "la romería ha sido todo un éxito por la asistencia de personas que hemos tenido y por el excelente comportamiento de la gente". Los actos terminaron ayer con la vuelta a pie de las 14 hermandades participantes a sus lugares de residencia y con el traslado de la Virgen del Rocío a la parroquia de Sant Martí en Cerdanyola del Vallès.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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