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Fresas del ayer

Los cultivos tradicionales de Aranjuez caen en desuso, al tiempo que se crea un 'banco' de semillas para salvarlos

Aranjuez ya no huele a fresas, como antaño. Este cultivo tradicional se ha reducido a dos hectáreas, que comparten fresa y fresón: unos 5.000 kilos al año de cosecha, según la Cámara Agraria local. Y el precio es alto, 3.500 pesetas el kilo; una producción que está vendida de antemano a restaurantes de lujo.La fresa no está sola en esta crisis. El espárrago la acompaña: sólo quedan 12 hectáreas para este otro cultivo clásico. Y es que en Aranjuez (39.000 habitantes) la agricultura sigue perdiendo terreno (2.000 hectáreas menos este año), y sus cultivos tradicionales, presencia. En la rica vega hoy manda el maíz; los frutales están en retirada. Sin embargo, la tradición festiva. se mantiene. A san Fernando se le siguen ofreciendo, como el pasado martes, fresas y espárragos.

Aranjuez es un caso más. Lo urbano ha ganado la batalla a lo rural en Madrid. El peso económico del sector agrícola es casi testimonial, pero el campo no quiere morir sin dejar huella. Aunque ésta quede más en los laboratorios que en los campos.

Un banco de semillas, a cargo de la Comunidad de Madrid en la finca El Encín, acaba de nacer para convertirse en refugio de una serie de cultivos amenazados por la extinción. en mayor o menor grado. "Las semillas se conservan en condiciones adecuadas. La idea es también ir plantándolas para que se regeneren", explica el director general de Agricultura y Alimentación, Ismael Díaz Yubero. Cree qué la iniciativa se mantendrá tras el cambio de Gobierno regional.

En paralelo con este programa, el Gobierno regional ha editado un libro titulado Recuperación de productos agrarios en peligro de extinción. La obra es un catálogo de delicias, algunas casi imposibles de encontrar en el mercado, como el melón negro de. Villaconejos. "Ha desaparecido de la venta porque cada ejemplar pesa siete kilos y la demanda solicita ejemplares pequeños", explica Díaz Yubero. Quedan agricultores que lo cultivan, en general para autoconsumo.

Las dificultades del mercado, por la aparición de productos más competitivos -a menudo, más en precio que en calidad- y el descenso del número de agricultores son, según Díaz Yubero, las raíces de la escasez y el riesgo de extinción de productos clásicos de la región. En Madrid quedan unos 25.000 agricultores, de los que sólo 7.500 viven de esta actividad. Los cereales, con 130.000 hectáreas en cultivo, son la estrella, seguidos por el viñedo y el olivar (unas 20.000 hectáreas cada uno).

El libro recoge 18 especies agrícolas con mayor o menor peligro de desaparición. Desde el garbanzo de Navalcarnero o las habas del Tajuña hasta la vid albillo o el pero de La Hiruela. No todas son de cultivo: también se incluye el madroño, especie silvestre en franca regresión en Madrid, pero en buena situación en otros puntos de España. "El oso es lo que sí que está extinguido en Madrid", bromea Díaz Yubero.

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