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Tribuna
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País

Julio Llamazares

Conociendo este país, no me ha extrañado nada (al revés: lo encontré de lo más lógico), la catarsis necrológico-folclórica desatada en torno a la muerte de Lola Flores. Me extrañó ya un poco más que la catarsis se repitiera casi en los mismos términos a raíz de la muerte de su híjo, dos semanas después de haber muerto su madre. Aunque, bien mirado, también es lógico, habida cuenta del componente morboso y de visceralidad folclórica que concurría en el caso: el mito desaparecido, el luto, la superstición gitana, el interés del país (expresado en las revistas del corazón) y la figura racial del músico moderno y ex drogadicto que viste y que va de duro, pero que pierde la vida para seguir a su madre. Parece, pues, normal que la televisión le diera el trata miento informativo que mere cía, claramente por encima de la médica española muerta en Bosnia, que ocupó minuto y medio en el mismo Telediario, o que Emilio García, Gómez, el principal arabista del mundo hispánico, cuya muerte se saldó con tan sólo unos segundos entre el tiempo y los deportes. En la vida hay una escala de valores, y lo primero es lo primero, ya se sabe. Hay que comprender esto muy bien para entender un país que, como éste, no ha perdido sus esencias más profundas pese a su evidente modernidad, y sus ganas de seguir avanzando hacia el futuro con la lección aprendida y la cabeza muy alta. Quien no lo haga correrá el riesgo de no haber entendido nada. Y, al revés: el que se pare a pensarlo, sin prejuicios ni remilgos anticuados, entenderá por qué aquí, al contrario que en Europa -a la que pertenecemos, sin embargo, con orgullo- sigue sin llover a gusto, por qué nos gustan los toros, por qué se fugó Roldán, por qué Hermida y Carrascal son líderes de opinión, por qué triunfa Pedro Jota, por qué comemos fabada, por qué los socialistas son de derechas (o presidiarios), por qué existe el Abc, por qué Sevilla es la capital del mundo y por qué el PP arrasa.

Yo lo he entendido hace tiempo, y por eso cada vez me siento más extranjero pese a que mi pasaporte diga que nací en España.

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