El arsenal de fin de siglo
Bajo el rótulo de armas no letales se recoge una serie de artefactos que van desde trucos propios de los dibujos animados hasta los efectos especiales de películas como Terminator o Robocop. De hecho, según una información de la revista Newsweek, los primeros promotores en Estados Unidos de esta clase de armamento fueron Janet y Christopher Morris, un matrimonio de escritores de ciencia ficción de Massachusetts, quienes atrajeron a su causa a un directivo de la CIA, a un coronel de los boinas verdes y a un millonario de Nueva York.Richard Kokoski, experto del Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (SIPRI), ha elaborado una lista del nuevo arsenal todo lo exhaustiva que es posible, teniendo en cuenta el secreto que rodea a toda innovación militar. Al margen de la fase de desarrollo en que se encuentran, éstas son las principales armas no letales:
Microondas de alta potencia. Actúan convirtiendo la energía liberada por una explosión convencional en energía de radiofrecuencia, lo que destruye los sistemas electrónicos no protegidos. Serán empleadas en misiles Tomahawk y su objetivos potenciales son los emplazamientos de la defensa aérea.
Impulsos electromagnéticos. Generan un exceso de voltaje en los equipos eléctricos que destruyen los sistemas electrónicos de aviones, tanques, comunicaciones, radar y ordenadores. Tanto éstas como las del punto anterior pueden causar inconsciencia, ya que trastornan las terminaciones neuronales del cerebro.
Rayos láser. También llamadas Municiones de Energía Dirigida o demons (demonios, por su acrónimo en inglés), ya que su objetivo es cegar sensores de vehículos y aviones, así a como personas. Aquí las estrellas son el Laser Countermeasure System. (LCMS) norteamericano, diseñado para ser montado en un rifle, y el Láser Portátil Perturbador ZM-87 chino. También están siendo investigados desde mediados de 1993, en el Laboratorio Nacional de Los Álamos (EE UU), láseres químicos capaces de proyectar una altísima temperatura contra un objetivo.
Infrasonidos. Sonidos de muy baja frecuencia que causan desorientación, náuseas, vómitos e incluso ataques de epilepsia. Están pensados tanto para proteger instalaciones fijas como para reducir bolsas de resistencia. En este sentido, situaciones como el sitio de la Embajada de EE UU en Teherán en 1979 se consideran ideales para el empleo de las armas acústicas.
Ácidos supercáusticos. Agentes químicos -millones de veces más cáusticos que el ácido hidrofluorídrico- que alteran la estructura molecular de metales y aleaciones, haciéndolos quebradizos o corrompiéndolos. Serán empleados para destruir sistemas y componentes claves como neumáticos o equipos ópticos de carros blindados y aviones.
Sustancias deslizantes y adhesivas. Lubricantes y plásticos que hacen impracticables vías férreas y carreteras convirtiéndolas en pistas de patinaje o en superficies pegajosas.
Espumas de acción rápida. Dos clases de espumas están siendo investigadas en el Laboratorio Nacional de Sandia, Nuevo México (EE UU). Una, de gran viscosidad, se transforma en un pegamento semejante a la miel en contacto con el aire. La otra desencadena una avalancha de burbujas de jabón muy densas que no dejarían oír, ver ni moverse a un virtual atacante, aunque sí respirar. Pensadas para hacer frente a acciones terroristas.
Agentes biológicos. Sustancias que alteran la composición o contaminan el carburante de un motor dejándolo inservible. En personas, empleando agentes calmantes o somníferos absorbidos a través de la piel.
Granadas de flash y partículas cerámicas. Las primeras servirían para deslumbrar al enemigo, y las segundas, disparadas al aire, destruirían las turbinas de los aviones.
Redes. Metálicas contra tanques y de filamento para personas. Se lanzan en cajas del tamaño de una botella de refresco. Al ser disparadas, las redes se despliegan y caen sobre el objetivo.
Virus Informáticos. Proporcionando información falsa en los canales de comunicación y bases de datos de los sistemas informáticos del enemigo.
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