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Tribuna
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La sombra de los 'chirimbolos'

Alrededor, cientos de manifestantes de Galerías Preciados y de la Organización de Profesionales y Trabajadores Autónomos (OPA) gritaban: "¡Golfos, golfos!". En el interior, los aludidos, unos 15.000 militantes y simpatizantes socialistas, ovacionaban las numerosas referencias críticas de los oradores a los chirimbolos el polémico mobiliario urbano instalado en Madrid por el Ayuntamiento del PP. Los de fuera, separados de los de dentro por un cordón policial, abucheaban al PSOE y al Gobierno de Felipe González. Los de dentro abroncaban al PP. La atmósfera era seca, electrizada, tormentosa. Como Madrid mismo. Como el clima político nacional generado desde la Villa y Corte.Ocurrió anoche, antes de que González actuara en la explanada de Atocha, a la vera de la estación del AVE, un lugar altamente simbólico para los socialistas. De las obras públicas realizadas en sus 13 años en el poder, ésta es una de las que González se siente más orgulloso. Une su Sevilla natal con el Madrid desde el que gobierna. Simboliza también su concepción de la solidaridad. El Estado, piensa González, debe proteger a los parados, los pensionistas, los jornaleros agrícolas, las regiones sedientas, las zonas meridionales... No es de extrañar, pues, que en esos sectores se recluten muchos de los entusiastas contra viento y marca del partido del puño y la rosa. "La España subsidiada", dicen los críticos del felipismo. "Todos los votos son iguales dentro de las urnas", replicó anoche González.

No sacó González en Atocha ningún conejo de la chistera. Al contrario, su discurso fue más bien flojo, "una mera faena de aliño", según le aceptó al cronista un dirigente del PSOE. Se le notaban las ganas de irse para Sevilla, a cerrar allí, como manda su tradición, la campaña electoral. Repitió lo de las últimas semanas, con el añadido de rigor del apoyo a los candidatos socialistas en Madrid. Su única alusión al momento y al lugar fue un: "Reclamo tolerancia, y la reclamo también para aquellos que se han equivocado de mitin y de hora". Se refería a los manifestantes que cercaban Atocha. Y fue curioso que cuando dijo aquello de "Tenemos el viento en contra, pero somos corredores de fondo y vamos a ganar", el público le respondiera con un: "El PSOE, unido, jamás será vencido". Quizá un signo de los propios socialistas ante sus querellas fratricidas.

No le demos más vueltas: lo más interesante de la jornada madrileña de ayer fue la polémica de los chirimbolos. A mediodía, Joaquín Leguina y Carmen Alborch inauguraron la Feria del Libro junto con José María Álvarez de Manzano, el alcalde del PP. No era un acto electoral, pero cómo impedir que todo el mundo hablara del 28-M. " iÁnimo, don José María. Que ya son nuestros!", le gritó al alcalde un expositor ante las narices de Leguina y Alborch. Los periodistas, en cambio, le preguntaron a Álvarez del Manzano por el lío de los chirimbolos. "Tengo la conciencia tranquila: todo ha sido transparente",' respondió. Al mobiliario urbano de Madrid, que no es tan feo, pero sí excesivo y, con frecuencia, mal colocado, sólo le faltaba que se supiera que Jacques Chirac escribió a José María Aznar para recomendarle la empresa francesa que lo instaló. ¡Enchufe! ¡Y encima, de los gabachos! Los oradores socialistas de Atocha montaron anoche la del Dos de Mayo con ese tema. Ya veremos si eso impide que el electorado madrileño les dé un coscorrón. En menos de 48 horas tendremos la respuesta a ese y otros interrogantes.

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