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Tribuna:28 MAYO
Tribuna
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¿Qué votamos el domingo?

Emilio Lamo de Espinosa

El próximo domingo se renueva la composición política de más de ocho mil municipios y de 13 de las 17 comunidades autónomas, por lo que cabría pensar que los problemas de ayuntamientos y comunidades serían el eje del debate político. Pero por segunda vez nos encontramos con la incertidumbre no de a quién votar, sino de qué es lo que votamos. Pues, al igual que ocurrió con las pasadas europeas, y por mucho que se diga lo contrario, éstas se presentan, otra vez, como unas primarias, una especie de macrosondeo de opinión acerca del apoyo respectivo de los partidos políticos, relegando al olvido cualquier otro tema, incluso el clave de que en estas elecciones (a diferencia de las europeas) está en juego mucho, muchísimo poder que condicionará poderosamente el futuro.A ello contribuyen numerosos factores. De no poca importancia es la legislación electoral. Pues si el elector no puede sino aceptar o rechazar en bloque la oferta de los partidos, todo comicio puede y debe ser leído en clave de apoyo partidista. No obstante, si en alguna elección cuentan las personas, ésas son, sin duda, las municipales, más aún que en las generales (donde sólo cuentan los líderes).

En segundo lugar, es evidente el interés del PSOE en calentar el debate político para reducir la abstención, en el supuesto (dudoso a estas horas) de que una mayor participación electoral redunda en su beneficio. Y para ello, al parecer, todo es bueno: remover los fantasmas de la guerra civil, amenazar con que viene la derecha, acusar a ésta de querer robar a los pobres para entregárselo a los ricos, y proferir todo tipo de improperios, llegando incluso a la acusación máxima: "peronistas". Y puesto que se trata de elecciones municipales, se centra el debate en las pensiones o la reforma fiscal, temas claramente de competencia local. De modo que se nos pide el voto para el PSOE "porque se trata de...", pero se nos pide que no votemos al PP porque se trata de España. Coherente. Uno está casi curado de espanto, pero ésta es la campaña más sucia y deleznable que he visto jamás. Inútilmente; pues, aunque se dice lo contrario de lo que se hace, el electorado entiende lo contrario de lo que se dice, y todos sabemos que lo que está en juego es quién tiene más apoyo. Ésa será la lectura la noche del 28: quién ha ganado las elecciones. No las de esta o aquella ciudad; no las de esta o aquella comunidad. Sino las lecciones, punto.

Pero, sobre todo, a esta confusión contribuye el que, como ya ocurrió con las europeas hace un año, estas elecciones aparecen sobredeterminadas por la creciente polarización política. Pues es evidente que el único modo, de evitar la contaminación de la sobrecalentada política nacional sobre las elecciones locales hubiera sido convocar al tiempo las generales, permitiendo que los electores separaran lo que debe ser separado. Al no hacerlo, muchos electores van a darle la patada al PSOE o a Felipe González en las posaderas de Lerma, Leguina y muchos alcaldes o concejales a quienes, de otro modo, hubieran votado. Y así se castiga a quien no lo merece (o al menos no del todo). Pero además se premia a quien tampoco lo merece (al menos no del todo), pues el resultado objetivo es que el apoyo real del PP aparecerá sobredimensionado por ese voto de castigo, por un voto prestado, como ocurrió ya en las europeas. El poder, sin embargo, se alimenta de imagen de poder, de modo que aquella "falsa" diferencia de 10 puntos obtenida en 1994 se ha consolidado ya, y es más que probable que la diferencia se agrande el próximo domingo hasta situarse en niveles próximos a la mayoría absoluta. De modo que, por segunda vez, la estrategia de posponer las generales se revela como un excelente mecanismo de transferencia de votos. ¿Era eso lo que se pretendía? Sin duda no, pero es lo que, por segunda vez y tras ímprobos esfuerzos, parece que va a conseguirse: dar una imagen del PSOE peor de la real y una imagen del PP mejor de la real, imágenes que acabarán consolidándose.

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