Aritmética en Castilla y León
Las intenciones del Partido Popular chocan contra el duro escollo en que se ha convertido Valladolid
José María Aznar encontró su trampolín de lanzamiento en Valladolid, adonde llegó como diputado cunero. De la capital de Castilla y León, Aznar se llevó a Madrid parte de su guardia pretoriana. A los que ha dejado allí les ha cargado con el encargo de bailar con la más fea, de intentar conseguir la alcaldía en una ciudad industrial, de casi 400.000 habitantes y, últimamente, de izquierdas; de lograr vender sus "soluciones". Aunque en sus encuestas les den por ahora las palabras mágicas de la mayoría absoluta, en su sede de la calle de Santiago no las tienen todas consigo. Temen la aritmética poselectoral, la misma que les relegó a la oposiciónen 1991, cuando fueron la fuerza más votada, con 13 concejales, y tuvieron que someterse a la alianza PSOE-Izquierda Unida (12 + 3 = 15), que entregó de nuevo el mando al sempiterno Tomás Rodríguez Bolaños.El candidato del PP, el ginecólogo Javier León de la Riva, levanta suspicacias hasta en su propio partido, consciente de su falta de tirón popular. Un PP vallisoletano que también ha visto cómo le crecían los enemigos en su interior y cómo de un ex concejal popular, Conrado de los Ojos, ha surgido una candidatura independiente cuyo mayor objetivo declarado es lograr que "León de la Riva no sea alcalde de Valladolid en su vida". Una fuerza, la de De los Ojos, que le puede privar de algunos miles de votos fundamentales dado lo reñidos que se anuncian los comicios.
León de la Riva tiene imagen de "altanero" e "intolerante". Quizá por ello la campaña la basa más en la necesidad de que la derecha gane que en su propia persona. Todo lo contrario que el actual alcalde, que según el candidato del PP, "ha sido obligado por su partido a competir dada su po pularidad" y que sólo vende lo que ha hecho hasta ahora. "Tira tanto de su iniagen", dice De la Riva, "que en sus carteles no aparece ninguna alusión a su partido".
En Valladolid ha gobernado la izquierda, pero la ciudad sólo lo ha notado en la mejora de los servicios sociales, deportivos y culturales en los barrios-colmena construidos durante el franquismo sobre todo. La ciudad sigue partida en dos por el ferrocarril, una frontera física marcada por una tapia con alambradas que también es barrera social separando zonas ricas de pobres. Y, como las golondrinas en primavera, todos los candidatos se han apresurado -casi como una parte inamovible de sus programas electorales de todos los años- a avanzar soluciones multimillonarias dependientes de la voluntad de otras administraciones.
Valladolid, una de las ciudades más castigadas por el auge de la piqueta en su centro histórico y por la especulación en sus barrios, ha seguido viendo cómo no se aprendía de errores pasados. "Aquí parece que mandan comerciantes y constructores" dice Javier Gutiérrez, el alcaldable de Izquierda Unida. "Unos, marcando el ritmo de peatonalización de las calles; los otros, quizá por dejación municipal, marcando el desarrollo urbanístico".
Tres candidatos tienen posibilidades de ser alcalde, toda una novedad en una convocatoria que parece reducida en casi toda España al bipartidismo. "Un hombre dialogante y tolerante, pero gastado" (Bolaños, según Gutiérrez); "un hombre honrado, pero altanero y preso de la ideología de cemento" (León de la Riva, según Gutiérrez y Bolaños), y otro "minucioso hasta la exasperación". (Gutiérrez, según Bolaños), separados por un mínimo margen que tendrán que sumar y restar concejales el día 29 para aclararse sobre cómo queda la cuestión. Hasta entonces no sabrá Aznar si toda Castilla y León es suya
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.