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FIESTAS DE SAN ISIDRO

El San Isidro del recuerdo

Jesús Hermida emociona con el pregón de las fiestas en la plaza Mayor

Antonio Jiménez Barca

A las ocho menos diez, esta borrasca que durante toda la semana ha traído a Madrid tormentas fulgurantes desapareció. A las ocho y cinco, algunas de las aproximadamente 2.000 personas que ayer se habían congregado en la plaza Mayor para escuchar el pregón del inicio de las fiestas de San Isidro empezaron a pitar. A las ocho y siete, uno de los asistentes, Enrique Brihuega, de 60 años, exclamaba: "Siempre un poquito tarde; es la tradición. Pero ya verás, ya". Unos minutos después, a las ocho y nueve, por la ventana de la Casa de la Carnicería aparecían, entre otros, el alcalde y Jesús Hermida. "Lo dije", se explicó Brihuega. "En cuanto empiezan a pitar salen: como en los toros".El alcalde empuñó el micrófono: "Madrileños y madrileñas... ". Una señora del grupo de Brihuega (compuesto por tres personas) exclama: "Y mi marido, qué, que es de Valencia". José María Álvarez del Manzano recordó que había que olvidar por un rato las refriegas políticas y la turbulencia electoral para "convivir en tolerancia". Fue breve. Llegó el pregonero Hermida y comentó, para empezar, que estaba nervioso.

"Voy a contaros una historia, porque yo sólo soy un contador de historias", continuó Hermida. "Ésta es la de un chaval que hace 40 años llegó en una mañana fría a la estación de Atocha... ". "Es la historia de él o la de Manzano", dice Inés Herráez, de 53 años.

Hermida proseguía: "...Con un montón de libros y una caja de cartón de equipaje". Hermida consiguió emocionar a los asistentes. Recordó, sin recurrir a los tópicos de siempre, el carácter hospitalario y abierto de la ciudad, que "siempre se las arregla para sacar adelante a quien viene a residir en ella".

Al final, la historia de Hermida (porque era la historia de él y no la de Manzano) terminó así: "El chaval dio muchos tumbos, vivió en muchas ciudades, pero siempre volvió aquí. Gracias, Madrid, por permitirme el honor de hablar ante vosotros, y felices fiestas".

Un torrente de aplausos, y entonces, Francisco Arribas, del grupo de Brihuega, comenzó a explicar: "Me ha gustado porque explica lo que es Madrid, porque mi abuelo no era de aquí, y sin embargo...". "Calla, hombre, a ver si tú también nos vas a contar tu historia, como Hermida", contraatacó Inés. Y bien dicho, porque ya la música empezaba a sonar en el otro extremo de la plaza. Música también con historia, o con recuerdo: Radio Topolino Orquesta. La vaca lechera y el estribillo del tolón tolón puso a los asistentes de la tercera edad (la mayoría a esas horas) en onda. La niña Isabel les hizo recordar cómo las gastaban los letristas de la época: "Niña Isabel, ten cuidado. Donde hay pasión, hay pecado".

Cuando la Topolino atacó La culpa fue del cha-cha-cha, Cirila preguntó: "¿De quién?". Y Josefa respondió: "De los garigari". Y las tres se pusieron a bailar.

A las diez y media, la irreductible Karina (que había sido precedida de Miki y de Jeannette) subió al escenario, rodeada de unos 2.000 asistentes, ahora en su mayoría jóvenes. Y como la tarde había empezado con las rememoranzas de un periodista maduro, terminó coherentemente con la canción del baúl y los recuerdos.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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