Encantador de micrófonos
Tony BennettTony Bennett (voz), Ralph Sharon (piano), Doug Richeson (contrabajo) y Clayton Cameron (batería). Teatro Monumental. Madrid, 10 de mayo.
A pesar de que hace muchísimos años que la profesión toda se viene deshaciendo en elogios hacia Tony Bennett, ha sido necesario esperar al enésimo salto a la fama del veteranísimo vocalista para escucharle por primera vez en España. El detonante ha sido el inesperado éxito obtenido en el programa televisivo Unplugged, con K. D. Lang y Elvis Costello como artistas invitados. En contra de los pronósticos, la sintonía de la vieja guardia con los gustos de la generación X ha sido tan inmediata y perfecta que nadie se explica los motivos. En realidad, no tiene nada de extraño que Bennett conquiste nuevos corazones. En su etapa formativa era normal hacer en el mismo día sesiones matinales para adolescentes, pases de tarde para adultos maduros y galas de noche para parejas de novios y matrimonios jóvenes. Está acostumbrado, pues, a pulsar los resortes necesarios para conquistar el consenso de cualquier audiencia.
Entre el público del segundo concierto de su esperada gira española había diputados del Gobierno y de la oposición, galeristas, bailarines y actores; antiguos héroes del rock and roll patrio y joviales animadores de karaoke: incondicionales y escépticos, todos pendientes del agresivo perfil aguileño, del- traje impecable y del gesto sobrio de este encanta dor de micrófonos a quien Will Friedwald, muy certeramente, designó como el más fonogénico del gremio. Igual que hay personas muy hábiles para salir bien en todas las fotos sin poseer un fisico espectacular, Bennett saca extraordinario partido a sus discretas cualidades vocales. Mientras Frank Sinatra corona su voz con una calidad inaprensible, casi mística, él derrocha la camaradería del compañero de farra.
Paso atlético
Se hizo esperar más que las rutilantes divas del espectáculo. Sin los sofocados alaridos que suelen anunciar a las estrellas, Bennett ocupó el escenario con paso atlético, decidido a desmentir por todos los medios sus 68 años de edad. En la misma línea de demostración de facultades remató a la manera belIcantista el inicial Old devil moon.
Después, el swing se adueñó de la noche. Bennett recordó por qué fue el primer cantante blanco de la orquesta de Count Basie en Just in -time y en la deliciosa Steppin'out with my baby, homenaje explícito a Fred Astaire. A los confortables tempos medios les sucedieron baladas de gran calibre al estilo de los grandes éxitos del cancionero norteamericano. Todo parecía fácil sobre el escenario, pero docenas de músicos acompañantes pueden atestiguar lo complicado que resulta satisfacer a este perfeccionista, obsesionado por encontrar la manera de hacer más significativa la letra de una canción. Bennett reservó el ecuador de la se sión para Duke Ellington y re cordó a Louis Arrnsttong en el áspero vibrato de The good life. En los momentos más complacientes deslizó su tema insignia, T left my heart in San Francisco, y animó al público a participar de los exquisitos arreglos con chas quear de dedos sobre el walkin' de contrabajo en A foggy day. Se le despidió en pie y correspondió con una propina casi tan larga como medio concierto. Sin mi crófono, a pleno pulmón, de mostró que todavía es un juguetón cachorro de crooner.
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