El vuelo de los tiburones
Ocho escualos aterrizan en Madrid para vivir en el zoo
Madrid Ocho tiburones, con toda su documentación en regla, aterrizaron ayer en el aeropuerto de Barajas, 25 millones de años después de que se muriera el último escualo que buceó sobre Madrid. Son parientes del prehistórico tiburón gigante Carcharodon megalodon (15 metros de longitud y dientes de 20 centímetros), que surcó el mar interior que cubría la mayor parte de la región y, rompía su oleaje en lo que hoy es el Sistema Central. Los escualos pasarán el resto de su vida en una pecera del nuevo acuario del zoológico de la Casa de Campo (que abrirá sus puertas el próximo 16 de mayo). Los temidos peces, de gran prestancia (entre dos y tres metros de longitud y casi 100 kilogramos), llegaron en vuelo directo desde Florida con casi dos horas, de retraso sobre el horario previsto. El avión -fusiforme, como ellos- que los acogía tocó tierra a las 8.55. Al igual que los vampiros, viajaban en ocho ataúdes que reproducían su medio vital: agua marina a 25 grados centígrados. No se trataba de simples bañeras, los escualos necesitan nadar continuamente para que el agua oxigene sus branquias. En la inmovilidad de su sarcófago y sedados, una corriente artificial les permitía sobrevivir.
Los cinco esbeltos tiburones grises (Carcharhinus plumbeus, una hembra y cuatro machos) fueron pescados a caña el verano pasado frente a Nueva York. Los tres tiburones toro (Carcharias taurus, dos hembras y un macho), de aspecto más hosco, picaron el anzuelo en otoño en Cayo Oeste (Florida). Tanto aquellos, tiburones de Wall Street, como estos otros, bañistas de Miami, cruzaron sin problemas la aduana. No llevaban equipaje. Pero luego fueron retenidos en Barajas hasta las 11.30,hora en que pasaron el control veterinario.
A las,13.00, tras viajar durante más de 20 horas a través de dos medios hostiles a su biología, el aire y la tierra, fueron extraídos del las bañeras mediante unas camillas, para trasladarlos a su hogar definitivo: el, tanque estrella del acuario. El veterinario, Pablo, Areitio (de 30 años) y el biólogo Eduardo Salete (de 29) les ayudaron a dar sus primeras brazadas en una inmensa pecera de un millón de litros. Pero a los escualos les costaba orientarse en un mar de oscuridad atrapado en una vitrina. Nurnerosos coscorrones contra el metacrilato cuantifican su despiste.
"Cuando tengan confianza y formen sus territorios serán más peligrosos", aseguraba Jairae Llopart, biólogo de 25 años, rodeado de sus , fieras, "ahora tienen ellos más miedo". Y más miedo aún exteriorizaba su novia en el borde de la pecera. Mientras, Areitio informaba a Llopart (¡que ya estaba en el agua!): "¿Te han dicho como ataca un tiburón?; el gris lo hace de frente; el toro, de lado; mira, por ejemplo, ahí tienes un tiburón gris que se acerca hacia ti de frente". Todos contienen la respiración, pero el choque no llega aproducirse. "Una de mosqueo se grita arriba. Si fueran tiburones blancos, los ciudadores no estarían tan tranquilos. Ni en el agua.
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