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Chirimbolos y otras desmesuras

Humildemente, sin estridencias, pero con firmeza, permitáseme protestar. En nombre propio, y haciéndome eco de la multitud de protestas que, en estos días, expresan numerosos y atónitos madrileños, entre sorprendidos y enojados.Protestamos ya en el parto de la idea de invadir Madrid con más reclamos publicitarios. Protestamos, y nos opusimos en el momento procesal oportuno, con motivo de la aprobación de los pliegos de condiciones para convocar el concurso. Porque se pretendía vender 6.700 metros cuadrados de la superficie de nuestra ciudad para atiborrarnos de consejos publicitarios. Sin la posibilidad de elección que supone el zapping. Protestamos Cuando. se produjo la adjudicación, por los muebles elegidos. Y, lamentablemente, no nos queda otro desahogo ahora que volver a protestar, cuando vemos que las ubicaciones elegidas no tienen otro criterio que la explotación publicitaria.

La derecha ha vuelto. a proclamar aquella declaración, tan suya, de tan rancio abolengo como triste recuerdo: "La calle es mía". Con un sentido decimonónico y absoluto de la propiedad privada, ha decidido poner en venta las calles y la imagen de Madrid. Como si efectivamente fueran suya!. Sin encoméndarse ni a Dios ni al diablo. Ellos solitos.

Los demás, los discrepantes, es decir, la inmensa mayoría de los ciudadanos, comerciantes, visitantes y demás viandantes, sujetos pacientes de esta desmesura, a la trágala durante 15 años.

Porque el asunto no pasaría de ser una broma, una pesadilla pasajera, si no fueran más de 15 días. Pero 15 años y más de 15.000 millones de negocio son ya otra historia. Suponen una hipoteca tan gravosa para nuestra ciudad que obligan a formularse muchas preguntas: ¿Es un capricho? ¿Es un error? ¿Es un negocio para algunos? ¿Qué beneficios reportarán los chirimbolos a Madrid y a los madrileños? ¿Por qué nos roban las aceras? ¿Por qué nos quitan las perspectivas de nuestras calles, edificios y monumentos? ¿Quién los ha pedido, a quién se le ha ocurrido este desatino? ¿En qué programa estaban? ¿Han pensado en los minúsvalidos y discapacitados?...

Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. Porque todo lo que sabemos de la cuestión, hasta el presente, es que el alcalde Manzano no ha tenido la culpa. Nada más. Como tantas otras veces. La culpa, naturalmente, siempre la tienen otros, los demás. La culpa, en esta ocasión, tampoco la tiene el PP. Lo ha dejado el alcalde muy claro. Tan claro como deja todas estas cosas. A él, a decir verdad, esto de los muebles urbanos tampoco le gusta. Lo ha dicho y lo hemos leído y oído.

Como esta vez es muy difícil, echar la culpa de los propios errores a los socialistas de la Comunidad autónoma, o a la Delegación del Gobierno, o a Perico de los Palotes, esta vez la culpa la tienen los técnicos municipales. Lo hemos leído y oído. Lo ha dicho el alcalde. El no quería, pero los técnicos le han obligado. Así que ya lo saben todos los madrileños. En las próximas elecciones no hay que votar a los técnicos del Ayuntamiento.

Pero eso sólo no nos va a dejar satisfechos. Porque hemos sido agredidos visual y espacialmente. Porque nos dan con los muebles en las narices. Porque no es fácil entender que a estos chirimbolos, cimborrios y mástiles enhiestos, se les llame mobiliario urbano.

Además, son de plástico. Sí, de plástico. Tóquenlos para convencerse. Porque son falsos, horribles y pretenciosos. Aparentan ser metálicos, pero su disfraz no sirve para ocultarles. Parecen de cartón piedra. Tan falsos, lamentablemente, como la propaganda con la que se han inaugurado. Porque Madrid no está mejor cada día. Y para muestra, bien vale un chirimbolo.

Si los chirimbolos no los quiere nadie. Si a nadie le han consultado para instalarlos. Si nadie los ha podido. Si a nadie le gustan. Si afean a Madrid y la convierten en un zoco publicitario. Si no son más que un estorbo sin sentido, ¿por qué no los quitan de nuestra vista y de nuestras calles y plazas?

Juan Barranco es portavoz del Grupo municipal Socialista.

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