Un mundo en la penumbra
La biblioteca Francisco de Zabálburu se mantiene en penumbra, para evitar el daño que la luz puede ocasionar en sus miles de volúmenes, reunidos también en exhibidores que simulan atriles situados sobre el suelo. Todo su techo contiene un fuerte dispositivo anti-incendios, contra filtraciones e insectos, con una extensa panoplia de medidas de seguridad y protección.
La biblioteca, formada por los fondos documentales de la Casa de Altamira y la colección de José Ignacio Miró, alberga, entre otras joyas, un ejemplar del Código de Leovigildo, hecho a mano en el siglo XI; el valiosísimo Cartulario de San Pedro de Cardeña (siglos XI a XIV); colección de relatos, informes y crónicas medievales recopilados entre el siglo XII y el XIV desde el viejo monasterio burgalés, cuya demarcación abarcaba tierras, feudos y pastos comprendidos entre el Ebro y el Duero.
Posee además dos fragmentos miniados del Beato de San Pedro de Cardeña (del año 1180); una colección con encuadernación personal del marqués de Moya del siglo XVI; una colección del duque de Medina de las Torres, procedente del conde duque de Olivares, que, en su mayoría, perteneció a Guillermo Godolphin, embajador de Inglaterra en 1671; libros sobre el País Vasco desde el siglo XVI, y otros impresos en diferentes lenguas de los siglos XVI al XIX.
Hay además correspondencia privada de Felipe II con sus secretarios, y de otros reyes de España; cronicones medievales; libros de romances; narraciones sobre la Inquisición en Toledo, en las Indias, documentos sobre Don Juan de Austria y un espléndido fondo bibliográfico antiguo (anterior al siglo XVIII) digno de la soberbia, cercana -y celosa-, Biblioteca Nacional.
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