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Honra

Enrique Gil Calvo

El dilema que paraliza al poder socialista puede resumirse en su incapacidad de optar entre dos posibles salidas: rendir cuentas a la ciudadanía, asumiendo las responsabilidades contraidas, o presentar su dimisión, ante la gravedad de los cargos que se le imputan. Y para ilustrarlo, relataré una anécdota personal, en sí misma irrelevante, pero metafóricamente reveladora. Durante el servicio militar, un oficial de otra compañía me sorprendió cometiendo un flagrante acto de indisciplina, por lo que tomó mis datos para comunicarlo a mi capitán. No obstante, mi denunciante perdió mi identidad, por lo que mi falta quedó en el anonimato. Así que, nuestro teniente reunió a toda la compañía y nos emplazó con el siguiente ultimátum: "O sale el culpable a dar la cara o quedan todos arrestados hasta nueva orden". Excuso decir cuál era el dilema moral ante el que me enfrentaba: o escudarme tras mis compañeros, compartiendo con ellos un seguro castigo, o asumir en solitario mi responsabilidad, evitando la injusticia de que pagasen ellos unas culpas que eran exclusivamente mías.Pues bien, ese mismo dilema se le plantea ahora al poder socialista.- O logra identificar a los responsables últimos de las graves infracciones que se le imputan (financiación ilegal, malversación de fondos, permisividad ante la extralimitación, encubrimiento del delito, etcétera) o sus culpas caerán sobre la cabeza de todos y cada uno de los actuales líderes socialistas, pagando justos por pecadores y afectando en el futuro a la memoria institucional del, partido, al que la historia juzgará sin piedad. Y para eludir este dilema no sirven excusas como el compañerismo, la presunción de inocencia o la obediencia debida: alguien debe cargar con la responsabilidad decisoria ("fui yo, no busquéis más") para poder liberar de ella a todos los demás.

¿Por qué no asume nadie su responsabilidad personal? Una explicación es la estrategia defensiva. Pero ejercer el derecho individual a no autoinculparse también implica atentar contra la solidaridad colectiva: si un responsable se autoexculpa, lo quiera o no está culpando al órgano colegiado al que pertenezca. Otra posible explicación, aparentemente opuesta, es la tolerancia paternalista. Para que un jefe se haga amar por sus hombres debe protegerlos, con razón o sin ella, en aras de la cohesión colectiva. Este argumento permite entender por qué se consintió primero que ciertos hombres se extralimitasen, se les vino amparando luego y, cuando por fin se ha descubierto todo, se les encubre después. Pero esta muestra de solidaridad clandestina, que valía para una partida de proscritos durante la oposición al franquismo, no es admisible para el responsable de un partido democrático, que debe anteponer el respeto a la ley (y el compromiso electoral con los votantes) con prioridad sobre la lealtad hacia sus hombres . Solidaridarizarse con los fieles infractores o con el partido-organización no sólo es una irresponsabilidad política, sino que además supone traicionar tanto la confianza ciudadana como al partido-institución.

De ahí que se intente ganar tiempo eludiendo afrontar un dilema que no se sabe resolver. Pero ganar tiempo ¿hasta cuándo y para qué? Es evidente que se pretende aguantar hasta después de las próximas elecciones generales, cuando los socialistas, expulsados. ya del poder por la incierta fortuna electoral, se vean por fin liberados de su dilema moral.

Se trata de hallar una salida digna, por falsa que resulte, a la ficticia manera calderoniana: con la honra aparentemente intacta y la cabeza bien alta, sin dejarse arrodillar por la prensa, la oposición o la justicia. Todo (incluso el sostenella y no enmendalla) antes que deshonrarse reconociendo en público la propia responsabilidad. Y hasta que el electorado no le deje hacer mutis por el foro, el poder socialista continuará preso de su trampa moral, representando sin convicción, pero a nuestra costa, la inverosímil puesta en escena de una honorable dignidad ultrajada en la que ya nadie consigue creer. ¿Merece la pena pagar tanto precio en balde por una honra tan vana?

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