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Reservas árabes ante los planes para la conferencia Euro-Mediterránea

Todavía no han empezado la discusión preparatoria y los árabes ya han manifestado sus primeras reservas. Dentro de ocho meses se celebrará en Barcelona la Conferencia Ministerial Euro-Mediterránea (CE", que, inspirándose en la experiencia de Europa en los años setenta, pretende dar una mayor estabilidad al Mare Nóstrum, fomentar la cooperación entre ambas orillas y promover la democracia entre los países árabes ribereños. El proyecto es, sobre el papel, tan ambicioso que "o los países árabes no lo firman sin modificarlo o lo suscriben, pero no lo cumplen", afirma un diplomático comunitario.

La presidencia francesa de la Unión Europea (UE) ha puesto en circulación entre sus socios, desde el 8 de marzo, un documento que los ministros de Exteriores de los Quince deberían adoptar el 10 de abril y en el que se recogen los objetivos y prioridades de la CEM convocada en Barcelona el 27 y 28 de noviembre (veáse EL PMS del 20 de marzo). Aunque le hayan tocado a Francia los trabajos preparatorios, la idea de la conferencia fue lanzada por España a principios de 1990, pero la guerra del Golfo obligó a postergarla.A la cita barcelonesa acudirán, además de la UE, sus 12 cios mediterráneos (Turquía,Malta, Chipre, Jordania, Siria, Líbano, Israel, Egipto, Marruecos, Argelia, Túnez y la Autonomía Paleslina). Libia será la única excepción árabe en el Mediterráneo. Es probable que el Rey inaugure la conferencia, y el protocolo intentará otorgar cierto papel al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol.

Tres emisarios

Cuando los Quince hayan dado su luz verde al texto, tres emisarios comunitarios, un francés, un alemán y un español -Gabriel Busquets, ex ministro-consejero de la Embajada de España en Rabat-, viajarán a las capitales de los 12 socios para intentar consensuar el documento final de la conferencia.

El primer capítulo del documento prevé que los asistentes se comprometan en una declaración a desarrollar el Estado de derecho y la democracia; adoptar medidas para la puesta en práctica de las libertades fundamentales; proporcionar información sobre el respeto de los derechos humanos; respetar a las minorías; renunciar a recurrir a la, amenaza o uso de la fuerza contra la integridad territorial de sus vecinos; cooperar en la lucha antiterrorista, y adherirse al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).

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Estas exigencias, precisa el texto, "tomarán en cuenta las especificidades culturales" del mundo árabe-musulmán, lo que significa en claro que no se exigirá a los socios árabes una pureza democrática equiparable a la de Europa Occidental. Aun así, los principios estipulados en la declaración parecen de difícil aplicación e incluso aceptación por buena parte de los países de la orilla meridional del Mediterráneo.

Sólo tres países árabes (Marruecos, Jordania y Líbano) gozan de sistemas políticos parcialmente representativos; Siria no considera a Líbano como un Estado plenamente soberano y no parece dispuesta a renuciar a la fuerza mientras no haya recuperado el Golán y hecho las paces con Israel que, por otra parte, se niega a suscribir el TNP para no verse obligado a deshacerse de su arsenal nuclear. "Si observamos progresos en el proceso de paz, esto nos ayudará a asistir a la conferencia", declaró en febrero el ministro sirio de Exteriores, Faruk al Shara.

"Está claro que los árabes van a intentar aguar en los próximos meses la parte política del documento", comenta un diplomático español. Para intentar que no rebajen demasiado el listón, la Unión Europea tiene un argumento de peso: los cerca de 900.000 millones de pesetas que la Comisión Europea ha propuesto dedicar el próximo lustro al Mediterráneo.

Marruecos inspira también ciertos temores a los convocantes de la conferencia. Desea mantener una relación particular con la UE, no en balde llegó a presentar su candidatura, y no le gusta acudir mezclada con sus vecinos árabes. Argelia, que manifestó su disgusto cuando en febrero quedó excluida del diálogo entre la OTAN y los países norteafricanos, depende demasiado de Europa como para permitirse el lujo de boicotear la reunión.

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