"Antes se vestía en Madrid muchísimo mejor que ahora"

Nacida en Puertollano, Ciudad Real, 33 años, rayos X en los ojos y, por boca, una tumba cerrada. Ana Morales trabaja entre trapos desde los 14 años. Sus pupitres han sido los más dispares mostradores. Desde la tienda de la calle de Preciados, donde debutó, esclava del destajo, hasta la creatividad de Sybilla -cuya tienda dirige-, ha lidiado con público de Argüelles y de la calle del Almirante. Ha trabajado con Manuel Piña, engalanado a presentadoras de televisión y asistido a Hugo Mezcua en el vestuario de la última película de Pedro Almodóvar, ¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro? Es su debú en cine. Agotada y satisfecha, se sabe al dedillo todos los giros de un guión que durante tres meses fue su libro de cabecera. Y todo sin dejar de atender a tantas famosas que le piden ayuda, y sobre las que resulta imposible arrancarle el mínimo cotilleo.Pregunta. ¿Por dónde empieza el estilismo de una película?

Respuesta. Primero hay que hablar mucho con el director, que en este caso tenía bien claro cómo veía cada personaje. Después leí el guión hasta aprenderlo de memoria, y, partir de ahí, organizar los cambios de cada actor, empezando por el protagonista. De los pendientes a la ropa interior.

P. ¿Mira usted mucho el dinero?

R. Miro las necesidades del personaje, otra persona del equipo se encarga de decir cuánto gastas. Con Almodóvar, todo suelen ser facilidades por parte de la gente a la que acudimos.

P. ¿Las actrices se dejan vestir?

R. El director es quien manda en todo momento, y, como quiere lo mejor para sus actrices, suelen estar siempre de acuerdo.

P. ¿Es más fácil con ellas o con ellos?

R. Los actores son más agradecidos, nunca se quejan y siempre se ven bien. Pero a mí, como a Pedro Almodóvar, me interesan mucho más las mujeres.

P. ¿Viendo la televisión, es usted muy crítica?

R. Soy bastante agradecida, aunque suelo fijarme más en lo que dice una presentadora que en lo que lleva puesto; sin embargo, a veces se ven cosas muy molestas.

P. ¿Por qué gusta tanto en Japón la ropa de Sybilla?

R. Resulta increíble que en una ciudad de 14 millones de habitantes se vista con tanta alegría. Las japonesas tienen unos cuerpos discretísimos, pero el metro de Tokio es un desfile constante de elegancia. Sybilla lo ha entendido a la perfección. En Madrid hubo épocas en las que se vestía muchísimo mejor que ahora.

P. ¿Vestir bien es cuestión de dinero?

R. Por desgracia, para las que somos pobres, sí. Pero siempre pueden aprovecharse convenientemente las rebajas.