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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La calle más ruidosa

General Ramírez, de Madrid, era la calle más silenciosa de este pueblo cuando vinimos a vivir al distrito de Tetuán. Ahora es, sencillamente, la más ruidosa. ¿Qué ha pasado entre medias? Que se nos han ido al garete el sosiego, la calidad de vida. Juzguen: escribo estas líneas a media mañana. Suena, insistente y compungido, el claxon de un coche atrapado. Antes, un camión de refrecos bloqueó la calle al abastecer la bodega, aquí abajito mismo, originando una barahúnda mortal. Ya se han saltado dos alarmas, insolentísimas, de los coches aparcados enfrente.Por la tarde continuará esta sinfonía, pero sobre ella se impondrá la percusión brutal de los repartidores de butano avisando su presencia con apocalípticos golpazos (algún día de éstos volaremos todos) sobre las bombonas. A las dos de la madrugada, los basureros del Ayuntamiento nos situarán bajo el tímpano su camión estentóreo. Cuatro o cinco horas después, los porteros de enfrente, los más madrugadores del país, retirarán con estrépito los recipientes de la basura, conversando a gritos sin recatarse.

Con intermitencias, más o menos a la misma hora, los obreros , de una obra misteriosa en la acera sumarán sus decibélicas voces a la tertulia, y puede, ¡qué humor!, que hasta nos canten flamenco como el mismísimo Antonio Molina. Los sábados y domingos les darán el relevo los gitanos, con su mood, desgañitándose bajo nuestro balcón.

Y hablando de sábados y domingos, a lo largo del invierno el Ayuntamiento nos ha mandado una máquina barredora, a eso de las ocho -incluidos los sacros días de Navidad y Año Nuevo-, y digo ocho de la mañana, al parecer con la misión de erradicar hasta la última hoja del árbol caído, y ya se sabe lo rebeldes que son la hojas, así que, cada diez o doce vueltas, con intervalos, un horrible dispendio para el contribuyente, con su cosecha de ruido insoportable.

Yo, ¡ay!, trato de ganarme la vida (cada vez con menos éxito) en mi modesto despacho doméstico, y hasta pago mi impuesto de actividades económicas y todo, muy cívico, como si fuera un empresario de fuste. A través de la pared llegan ruidos variados, que hasta ahora he aceptado con resignación. "Es la obra de la FAE", un antiguo complejo cultural que se reconvierte en gigantesca hamburguesería... con espectáculo, según afirman las lenguas del barrio. Si esto se confirma, nuestras cuatro horas de asueto auditivo (diez de la noche a dos de la madrugada) se irán al cuerno. Si se confirma, prometo hacerme insumiso del

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