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Tribuna
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Columnas

Enrique Gil Calvo

Cuando ya se ha cumplido un año del encargo de estas columnas llega el momento de hacer balance, para proceder quizás a su reestructuración. Y para ello, ¿por qué no hacer una metacolumna autorreferente, centrada en las columnas mismas? Esta cuestión de la reflexividad está de última moda en mi gremio sociológico, al decir de autoridades como Giddens o Luhmann (y entre nosotros Lamo de Espinosa). Comencemos por el formato: ¿qué clase de género periodístico es la columna política como canal de comunicación? De creer a McLuhan notaremos que "el medio es el mensaje". Pues bien, el formato columna no deriva del soporte arquitectónico (dórico, jónico o corintio), sino de la unidad militar (de infantería a caballo o acorazada): la columna es un ariete de ataque la carga con el que se espera poder forzar el paso a través de las líneas de defensa enemigas.Pero el formato incluye la periodicidad, que impone sus propias reglas: no es lo mismo una columna semanal o diaria, que exige vigilar los acontecimientos puntuales que se van produciendo en la inmediata actualidad (eso es el análisis político), que la columna quincenal o mensual, con mucho mayor distanciamiento del día a día, lo que permite adquirir mayor ecuanimidad (en busca de la síntesis política). Publicar columnas todas las semanas hace caer en el papel de columnista de guardia, obligado a judicializar la política en busca de presuntos culpables en vez de causas explicativas y sin poder presumir la inocencia política, que no vende, pues no escandaliza. De ahí que el analista político, como un juez o médico de guardia, se vea obligado a sospechar al tratar sólo con cuerpos del delito, cadáveres políticos e indicios de criminalidad, cayendo en el peor sensacionalismo amarillista. Por eso puede ser preferible abandonar la periodicidad semanal para perder protagonismo y ganar así distancia, rigor e imparcialidad.

Sin embargo, la tendencia actual del periodismo es incrementar sus dosis de columnismo diarias: así se advierte en EE UU, con alarma por el deterioro de la calidad. ¿Qué platillo de la balanza debe pesar más: las noticias de información o las columnas de opinión? Dada la imposibilidad de superar la inmediatez informativa de los medios audiovisuales, que comunican instantáneamente noticias globales en tiempo real, la prensa de referencia se está viendo obligada a caer en el exceso columnista para poder competir así con los debates y tertulias de radio y televisión. Pero con ello se está produciendo una especie de agujero de ozono en la atmósfera periodística: al igual que la falsa moneda expulsa a la auténtica, también la columna de guardia está suplantando a la opinión mejor fundamentada. Pero en España las cosas parecen mucho peores todavía, dada la epidemia de columnismo guardián que infecta a nuestra prensa. Parte de la culpa es del poder socialista, que ha malversado sin escrúpulos el cheque en blanco que le extendió la ciudadanía y luego, cuando le piden cuentas por el incumplimiento de su contrato electoral, sólo otorga la callada por respuesta; y sustituir la responsabilidad política por el silencio administrativo es una provocación que echa más leña al fuego de la piromanía columnista. Pero eso no parece explicación suficiente, y aún se podría plantear además, metafóricamente, una especie de regla de tres: Pedro Zola es al felipismo tardío lo mismo que Emilio Romero fue al franquismo tardío (queriendo significar con ello que la actual clase periodística de la postransición le está ajustando las cuentas a la clase política que protagonizó y consolidó la transición). Se recordará cómo en las postrimerías de la dictadura, para poder comprar un lugar en el sol de la inminente democracia, la clase periodística franquista, con la banda de Romero a la cabeza, se ensañó con la clase política franquista que retrocedía. Pues bien, algo así están haciendo hoy las columnas incendiarias de Zola y compañía, esperando romper las líneas de la clase política socialista para infiltrarse así en la futura clase política que el Partido Popular improvise algún día.

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