"¡Hasta la próxima boda!"
Ojerosos, los invitados regresan desde Sevilla hasta sus casas con fajos de periódicos bajo el brazo
A la una de la tarde de ayer, el aeropuerto de San Pablo estaba lleno de aristócratas despistados que buscaban un mostrador donde facturar su voluminoso equipaje. Cansados y ojerosos, se apoyaban en los carritos. Guardar la vertical a esas horas resultaba complicado. Parecía lunes, pero era domingo.El largo día 18 se prolongó hasta el amanecer. Tras el almuerzo ofrecido por los Reyes a sus invitados en los Reales Alcázares, se organizaron reuniones privadas ya exentas de protocolo. La juerga, como en todas las bodas, dará que hablar.
"¿En qué periódico sale más de la boda?", preguntaba curiosa una venerable noble española a un viajero anónimo que iba cargado de prensa por los pasillos del aeropuerto. "En todos. Da lo mismo el que usted mire". Así que la señora dejó su enorme sombrerera, donde iba guardado como una reliquia el tocado elegido para el enlance de la Infanta con Marichalar, y se marchó a comprar todos los diarios posibles.
Regresó feliz. Se sentó en, la sala de espera próxima al embarque y exclamó: "Es verdad. Hoy todos se parecen al ¡Hola!". Mientras pasaba ansiosa las páginas, se acercaron otras dos homólogas de la aristocracia: "¡Qué guapa has salido en el resumen de la tele ", dijeron a modo de saludo.
El vuelo de Iberia 111 de Sevilla a Madrid despegó a las 13.25 cargado de personajes venerados por la prensa del corazón. No sólo salen en los papeles, sino que son lectores fervorosos de todo lo que se publica de ellos.
En cuanto el avión estuvo en el aire, comenzó el trasiego por la zona preferente. En primera fila, Ana María de Grecia, su hijo Pablo y la novia de éste, una míllonaria heredera norteamericana con la que se casará el próximo mes. No será una boda totalmente real, porque su padre, Constantino de Grecia, vive en el exilio; aun así, la realeza asistrá.
Tras ellos, Xabier Albístur, parlamentario vasco, curioseando a tanto famoso. Más atrás, Gonzalo de Borbón y su esposa italiana, que decidió dormir durante los 50 minutos que duró el vuelo. A la izquierda, Víctor Manuel de Saboya y su mujer, que lucía un reciente estirado de piel. Más allá, un grupo de príncipes de Hessen. Y al fondo, Adolfo Suárez y su esposa, Amparo Illana, con cuatro de sus hijos.
Los más afectados por la larga noche se equivocaron de asiento. Otros luchaban por encontrar dónde dejar tantas sombrereras. La reina de Grecia salió al paso ante las quejas de la azafata por tamaño desorden: "No se preocupe. Todos somos una gran familia".
Ya en el aire, apareció la azafata con el carrito de los periódicos. Daba lo mismo que los nobles fueran franceses, italianos o alemanes. Se abalanzaban sobre la prensa española con avidez. Lo que querían, sobre todo, era ver si habían salido en alguna foto. Entonces comenzó el revuelo. Unos a otros se avisaban en que página salían y al lado de quien.
Cuando el avión tomó tierra en Madrid, Ana María de Grecia y sus hijos recibieron trato preferente, al igual que Adolfo Suárez. El resto aguardó cola, pasó por el agobio del pasillo y subió al autobús como el resto del pasaje. Antes de dispersarse en busca de otros vuelos para sus respectivos países, se despidieron: "¡Hasta la próxima boda!".
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