Donde ayer era olé, hoy es aquí
Miles de personas recuerdan cada detalle del evento paseando por el recorrido de la comitiva nupcial
Sevilla es una ciudad fetiche. Cada rincón pisado por los duques de Lugo o sus ilustres invitados fue ayer saboreado de cerca, pisado por miles de personas. La palabra clave del día después de la boda del año era aquí, sustituta del olé: "Aquí se sentó la abuela de la niña" aquí se paró la carretela" o "aquí fue donde le cantaron la Salve". Todo seguía más o menos como el sábado nupcial, hasta los cortes de tráfico. Lo único que no se sabe a ciencia cierta es dónde y cuándo se irán de luna de miel la infanta Elena y Jaime de Marichalar.El día de tornaboda en Sevilla era el día mundial del paseo. Las calles, abarrotadas, con cientos de trajes azules de dos pechos y corbata (uniforme capillita o sevillano de pro). Los gallardetes, aún colgando. Las guirnaldas de arizónica, tiradas en el suelo. Y la carpa modelo hospital de refugiados, instalada en la plaza el Salvador. Y miles de personas alrededor, mirando, preguntando. Sólo faltaban las vallas que acotaban el recorrido del cortejo nupcial y los miles de policías que las custodiaban. Todos comparaban las aglomeraciones con las de Semana Santa, medida de casi todas las cosas en Sevilla.
"Qué gusto. Ayer no vi nada aquí. Parecía la vuelta ciclista. Una hora aquí y luego pasaron en diez segundos". Amalia renquea de una pierna subiendo los poquitos escalones de la catedral, ayer fetiche de los fetiches. Un río de público pasaba por el altar mayor, todavía dispuesto de tronos y terciopelos, con el reclinatorio tapizado para los contrayentes tal y como estaba cuando la Infanta dijo sí.
La nifia de la carroza '
"¿Te acuerdas Ernesto de esa niña que vimos ayer en una carroza?", le pregunta un hombre joven a sus hijos: "Pues aquí se casó". El niño no hizo ni un gesto. Sólo se agachó para coger uno de los cientos de las fundas de película fotográfica dejadas en el suelo por los reporteros gráficos. "Yo quiero ver hasta los baños que los aristócratas también los han... tocado", bromeaba modosa Amparo con sus amigas. Pero se fue rauda y tocando el techo del bajito pasillo que conduce a los servicios catedralicios.
Una foto en la catedral se repetía: uno subido en la valla negra que guardaba de las manos largas las posiciones reales, y otro sacando la foto con el altar mayor de fondo. "Yo es que me emocioné mucho y quería venir aquí. Qué mona estaba".
Y en la parroquia del Salvador, otro tanto de lo mismo. Por si fuera poco, la misa de once fue retransmitida por La 2, con música de órgano. Abarrotada, con gente entrando y saliendo por la doble puerta. Y la plaza del mismo nombre recuperando su - aspecto habitual -si no fuera por la carpa con toldo de Cruz Roja-, es decir, con jóvenes sentados en sol y sombra tomando cañas en vasos de plástico.
"Señores, es una tontería que se queden aquí. Los Reyes ni nadie va a salir y el Príncipe ya se ha ido". Un policía reconvenía a los grupos de gente arracimadas en las proximidades de los Reales Alcázares. Don Felipe ya se había ido en el AVE de las once de la mañana a Madrid, vestido de terno gris, en el mismo tren en que partieron José María Aznar, presidente del PP, y su esposa, Ana Botella.
En los Alcázares recibió ayer don Juan Carlos a una representación de las fuerzas que se han ocupado del dispositivo de seguridad de la boda. El Rey agradeció la actuación de los agentes en la Operación Perla (¿de la corona?), en la que han participado casi cuatro nííl policías y guardias civiles.
Ayer fue el día de la gran huida de los invitados a la boda. Unos en Avión y otros en el AVE. Pero los sevillanos y los foráneos persistían en su espera, arracimados en la puerta de la gran fonda de reyes, el hotel Alfonso XIII, haciendo una pequeña genuflexión cada vez que un coche de cristales ahumados salía. "¿Quién iba ahí?". "Ni idea". Pacita había llegado por la mañana para ver al Compostela jugar con el Betis, pero estaba aprovechando el día para recorrer la ciudad y ver lo que pudiera. "Qué bonita está la ciudad. Parece de Sisí emperatriz". Pacita lo decía en serio mientras rebuscaba en su bolso. A ese partido acudió doña María de las Mercedes para recibir la insignia de oro y brillantes del equipo blanquiverde.
Y el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, aprovechaba el día después -el antes lo había capitalizado el alcalde de Sevilla, Alejandro Rojas Marcos- para salir al paso de las críticas realizadas por el coordinador, de Izquierda Unida, Julio Anguita, hacia la "parafernalia" que la ha rodeado la celebración de la boda. Para Manuel Chaves, según informa Esther Rodríguez, las críticas no están justificadas, a tenor de los resultados obtenidos y que se han traducido en la
rentabilidad" de la boda real.
Según el presidente del Ejecutivo autónomo, los propietarios de los hoteles y restaurantes han logrado importantes ingresos cuantificados en "varios miles de millones" según Chaves, durante los días previos y posteriores a la boda de la infanta doña Elena. No dijo si los varios miles eran 2.000 o 99.000.
El enlace matrimonial ha sido visto desde la Junta de Andalucía como una gran campaña publicitaria dirigida a los millones de espectadores que desde todo el mundo pudieron seguir el acontecimiento por televisión y cuyo coste nunca hubiera podido ser sufragado. Casi 400 fotografías y 159 páginas en la prensa nacional. Y todavía quedan las revistas del corazón.
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