¡Deprisa, deprisa!
IGNACIO CARRIÓN.Son las 11. 10. ¡Rápido, a la boda! No puedo llegar tarde. Los Alba ya llevan media hora sentados en su banco. Solos. Serios.
El taxi frena. Bajo. Miro la fachada de la otra catedral: El Corte Inglés. Desciendo al sótano (sección televisores) donde una dependienta habla con otra dependienta de sus respectivos divorcios. La procesión va por fuera. Lo otro, por dentro. A mi alrededor hay 150 bodas a la vez. Bodas para todos los gustos. En todos los tamaños. "En este pioneer de 40 pulgadal, cabe entero el novio", dice un vendedor. Dos años de garantía. ¿Cuánto? 662.000. Este otro loewe de 38 pulgadas 729.900. Me quedo con éste.
Media docena de dependientas de la primera planta vienen a ver la boda. "¡Que traigan sillas y unas, cañitas, joder!", dice una de ellas. También aparece una clienta tirando del carro de alimentación..
Ya en este instante avanzan la gran duquesa de Rusia y su hija igual de grande. Más bien enormes. Lejos se vislumbra al prelado Amigo. Sonriente entre 38 casas reales. Y ya veo a los del Golfo. Oigo a mi lado: "También han venido los moros". Por un sony llora la Infanta retospectivamente. La escena es de los Juegos Olímpicos. Y la idea de Antena 3 Televisión.Ochocientos millones de ojos. Cambio de ángulo el mío. Subo a un taxi-carretela y pido que me lleve al mercado de Chamartín. 11.45. Ya me adelantaron la ministra Alborch y el ministro Belloch. La radio dijo que van en plan pareja. Mejor.
En el mercado, el pollero Félix quiere venderme un ganso de corral auténtico. Y huevos frescos del día o de la noche. "Esto es terrible" dice un vendedor, "hoy compran todo demasiado rápido. A casa a ver la boda".
Aquí no hay televisores. Ni radios. No tuvieron la idea de ponerlos encima de las tapillas de ternera o de las piernas de lechal. Un error.
¿Dónde puedo vivir la emoción del sí quiero? Deprisa. A la peluquería de lujo Jacques Dessange. Llego por los pelos. 12.25. El Rey da su brazo escayolado a la Infanta. Y aquí sí que tienen un televisor para toda la dependencia. "Hoy no hacemos ni un servicio", dice la encargada Carmen. Pero no es cierto. Del salón sale la única clienta que hizo cortar el corte para ver a la Corte. "Si se casan en Segovia no sale nadie. Allí sos muy fríos", dice la manicura.
Como la novia va con mucho velo, las peluqueras afirman que su peinado será un recogido. Todas elogian el vestido. El Rey parece emocionado. Tocan madera. "Que todo salga bien. Que no se caiga nadie. Porque llevan mala racha, pobrecillos".
Luego llega el novio. Y son casados mientras me corta el pelo una encantadora francesa a las 13.40 y el coro canta entre los tijeretazos.
Por fin me refugio en California 47 huyendo de las calles desiertas. Todos se largaron a oír la radio al campo o a ver la televísión en casa. Pero en la cafetería nadie sigue la boda. No hay televisores. Comen croquetas. Y preguntan cuando va a salir el ¡Hola!
Me voy a perder lo mejor. ¿Dónde me meto? La Paz. Y en Paz veo al prelado Amigo que les desea los mismo en un mensaje del Papa. Por cierto, imagino, al Papa bajando del AVE en Sevilla y besando el suelo como la Reina.
El hospital parece una fiesta. Entro en maternidad. Tercera planta. 14.00 horas. Más rápido. Las parturientas ponen cara de romper aguas. Demasiada emoción.
En cada habitación con la puerta abierta hay un televisor encendido. "¡La Infanta ha llorado! ¡Qué mona! ¡Una Infanta llorona!", exclama una premamá pariendo casi de gozo.
Es un día muy grande. A mi lado una acompañante dice: "Habrá que ver que chicos más grandes va a tener esta pareja".
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