La estafa matutina
Torero / Ortega, Mora, PedritoToros de El Torero, impresentables, inválidos, aborregados. 1º sobrero, en sustitución de otro que se rompió un cuerno.
Ortega Cano: dos pinchazos bajos, rueda de peones, media trasera a paso de banderillas, otra rueda y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada corta atravesada echándose fuera y cuatro descabellos (protestas). Juan Mora: pinchazo en el costillar.y bajonazo descarado (ovación y salida al tercio); aviso antes de matar, estocada trasera tendida y rueda de peones (oreja). Pedrito de Portugal: estocada ladeada -(aplausos y saludos); pinchazo, bajonazo descarado -aviso- y descabello (silencio).
Plaza de Valencia, 17 de marzo (mafíana). Corrida aplazada por viento el día 12.
Dos tercios de entrada.
Nada más abrir los ojos ya les estaban estafando a los aficionados. Los taurinos, cómo son. Meten una corrida de toros por la mañana, y en lugar de agradecerles a los aficionados que saquen el boleto y se metan en la plaza a esas horas intempestivas, van y les roban la cartera.
En la corrida mañanera nada fue lo que debía ser, ni se correspondió con lo anunciado. Lo único auténtico era el precio. Barrera: 10.800 pesetas. Y por 10.800 pesetas, sacaron al redondel seis animaluchos absolutamente impresentables e inválidos, si no es que estaban moribundos, o acaso con un colocón de padre y, muy señor mío.
No hubo toreo, obviamente. Toreo es cultismo derivado de toro, aplicable a los pases que se les dan a los toros. De manera que tratándose de cabras, lo procedente habría sido cabrearlas. Y nadie osó proceder con la mencionada coherencia. únicamente lo intentó Juan Mora -sólo un poquito- para lo cual se espatarraba, o se ponía vertical y solemne con aflamencado ademán, y efectivamente cabreaba a la cabra, que siendo racional y carpetovetónica, le caía mal la cursilería.
Con la incómoda postura descrita, Juan Mora instrumentó muchos naturales, algunos largos, otros tropezados, casi todos vaciando la embestida por las lejanías de su persona, y ampliamente desparrancado, numerosos derechazos de similar factura. A su segunda cabra la cortó la oreja. A la primera la despenó de bajonazo alevoso, y una vez perpetrado el toricidio se puso delante del agónico animal con arrogancia manifiesta y señalando el sablazo, como si se tratara de La estocada de la tarde, de Benlliure. Los hay desahogados.
Ortega Cano reapareció y pudo apreciarse que le falta ánimo y concentración. El bicho que abrió plaza se rompió un cuerno al derrotar en tablas, lo devolvieron, y el sobrero resultó ser la hermanita menor de todas las cabras. Torpón y desconfiado Ortega Cano con ese bebé y su hermana, incapaz de conducir las ingenuas embestidas y de matar con un mínimo decoro, pasó apuros por su mala cabeza.
Los más inválidos y amodorrados especímenes correspondieron a Pedrito de Portugal, que los citaba con el pico, y ya se pusiera cerca o lejos, apenas conseguía provocar las arrancadas. Finalmente se marchó de la cara del animalito haciéndole un gesto despreciativo, y éste se le arrancó a las posaderas.
Pasaban ya dé las dos de la tarde cuando estalló la mascletà, que prenden a pocos metros de la plaza, con sus descomunales es tampidos, humo y olor a pólvora. ¡Qué momento! Quienes se habían dormido dulcemente echando la siesta del canónigo, se despertaron sobresaltados, creyendo que había entrado en Valencia Milán del Bosch.
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