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Los celos, móvil de la muerte a puñaladas de un chino en la cama

Jan Martínez Ahrens

Fue una historia de celos. El pasado 27 de junio, mientras dormía, Zheng Bing Zhang, camarero chino de 36 años, murió apuñalado a manos de un compatriota que le disputó el amor de una vendedora de tabaco de contrabando. Así lo sostienen los compañeros y el hermano del difunto, cuyo relato contradice la hipótesis inicial de un ajuste de cuentas. El supuesto homicida, dueño de dos restaurantes chinos, está en paradero desconocido y sobre él pesa una orden de búsqueda y captura.

Fuentes de la acusación apuntan a que S. G., el presunto homicida -casado, al igual que su víctima- ha huido de España y vive oculto en Portugal u Holanda, donde reside parte de su familia. Hasta su captura, el caso ha sido sobreseído provisionalmente por el Juzgado de Instrucción 41 de Madrid, siempre según las citadas fuentes.La narración del hermano sostiene que Zhang y su amante se conocieron en 1993, cuando ambos trabajaban en el restaurante chino Lian Hua, de Pozuelo de Alarcón. Tras unos pocos meses, se separaron.

Zhang, que poseía permiso de residencia, se marchó a Gijón. Dos meses antes de morir, regresó a Madrid. Supo que la mujer vivía en un piso de la calle de Bravo Murillo, 292, junto a cuatro chinos. Todos se dedicaban a la venta de tabaco en el metro. Zhang, cuya esposa e hijos se habían quedado en China, entró en la vivienda y pasó a figurar como arrendatario. El piso, un primero izquierda, consta de seis habitaciones, baño y cocina.

El hermano de la víctima sostiene que Chen, la mujer, mantenía en esa época relaciones con otros hombres, entre ellos S. G. -cuya mujer vivía en Madrid-

El 27 de junio ambas tramas confluyeron. A las 6.30, dos de los compañeros de vivienda de Zhang y Chen se pusieron en pie. La mujer abrió la puerta de su habitación y les preguntó si habían recibido más mercancía. Media hora más tarde, ambos orientales abandonaban la vivienda en dirección al metro. Volvieron a las ocho de la mañana. Descubrieron sangre por el suelo.

El relato prosigue: "Llamaron a Zhang. No contestaba. Decidieron abrir la puerta de su habitación; notaron que había" alguien dentro, que sostenía la puerta con su cuerpo. Después de forzar la puerta, encontraron a Zhang muerto, tendido en el suelo".

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Junto al cádaver, los chinos descubrieron un cuchillo de cocina, dos bolsas de basura y a S. G., el hombre que con su cuerpo les había impedido abrir la puerta. Llamaron a otros dos chinos que dormían en la casa -todos paisanos de la provincia de Fujiang-. Uno se quedó a vigilar, el resto salió a buscar a la policía.

S. G. saltó a la calle por el patio interior de la vivienda. Le persiguieron a la carrera. A la altura del 315 de Bravo Murillo fue alcanzado y, posteriormente, puesto a disposición de la policía. "No sabemos cómo pudo irse. ¿Se escapó o fue puesto en libertad por los policías?", se interroga el hermano de la víctima.

En su narración, mantiene que la mujer no se encontraba en el piso cuando fue descubierto el cadáver, sino en la vivienda de S. G. "No he participado en el asesinato, ni sé cómo fue", asegura que le dijo la mujer, puesta en libertad por el juez tras prestar declaración.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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