Cuenta atrás para Hong Kong
La colonia británica se prepara para el paso a la soberanía china el 1 de julio de 1997
ENVIADO ESPECIAL El Gobierno chino levantó a principios de año en la fachada del Museo de la Ciencia, frente al simbólico monumento a los mártires de la revolución en la plaza de Tiananmen de Pekín, un flamante reloj electrónico. Recuerda el tiempo que de aquí hasta el 1 de julio de 1997, queda para que el territorio, de seis millones de habitantes, pase de nuevo a la soberanía china tras más de siglo y medio de ocupación británica, pero conservando por al menos 50 años más su economía capitalista. En Hong Kong, sin embargo, no existe nada parecido.
El pánico que despertó entre los hongkoneses en 1989 el sangriento aplastamiento del movimiento estudiantil en China se ha convertido ahora en un sentimiento de aceptación de un hecho que ya es irreversible.
El éxodo que provocaron los sucesos de Tiananmen en la colonia británica no es en estos momentos tan grande. Se calcula que cerca de 60.000 personas, principalmente profesionales y trabajadores especializados, abandonaron anualmente la colonia en dirección a Canadá, Australia, Estados Unidos, Singapur y, en menor medida, el Reino Unido desde que chinos y británicos firmaron. el acuerdo de devolución en 1984.
"Muchos de los que se marcharon entonces han decidido volver una vez que han obtenido un pasaporte extranjero, lo que les da mayor seguridad en el caso que aquí se produzca una catástrofe después de 1997, lo que no creo que ocurra", explica un hombre de negocios europeo con más de 10 años de residencia en Hong Kong y que piensa marcharse pronto no por temor al futuro político, sino por la fatiga de bregar frente a la agresividad y arrogancia del chino hongkonés y asustado por la última subida espectacular de precios, que ha colocado a Hong Kong por encima de Tokio.
La inflación llegó el año pasado al 8,5%, y no es previsible que baje. éste año. Sin embargo, la economía sigue creciendo (el año pasado lo hizo en un 5,5%) a pesar de los efectos negativos de la carestía y de la fuerte alza de los tipos de interés, que han afectado seriamente al mercado de valores.
El pasado domingo, varios residentes occidentales que han hecho fortuna en el atractivo enclave del sureste asiático confesaban a un diario local que han decidido marcharse definitivamente a lugares como la Umbría italiana, Sri Lanka o Filipinas, donde por mucho menos que el alquiler de un apartamento en Central, en la isla de Hong Kong, han podido comprar amplias mansiones. Hong Kong vive el ritmo trepidante del negocio, y los ratos de ocio se hacen cada vez más difíciles.
Deng Xiaoping va a ver frustrado el sueño que confesó en una ocasión al entonces secretario norteamericano de Estado Henry Kissinger de ser testigo de la devolución de la colonia. Su progresivo deterioro físico le impedirá muy probablemente estar entre los mortales en esa fecha. Para entonces, las autoridades chinas tienen previsto enlazar Pekín por ferrocarril directo con la península hongkonesa de Kowloon. En realidad, el enlace estará terminado a finales del presente año.
Lo que no estará completado es la gigantesca obra del nuevo aeropuerto de Chek Lap-kok, que está siendo construido en una isla semiartificial frente a la isla meridional de Lantau y que quedará unido a Hong Kong y Kowloon por puentes y una línea de tren. Con una superficie de casi 50.000 metros cuadrados, tendrá una capacidad anual para 38 millones de pasajeros. El coste asciende a casi 20.000 millones de dólares.
China no ha invertido un solo dólar en la construcción, en la que participa una firma española, pero trata de que la financiación sea lo más desahogada posible para evitar que la obra suponga un fuerte endeudamiento a la futura provincia. Hong Kong estará catalogado como una "región administrativa especial", con poderes teóricamente autónomos del Gobierno central, a excepción de la política exterior y de defensa.
Se dice que todos los hoteles tienen ya reservadas sus plazas para el 1 de julio de 1997 y que la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, que selló con Deng en Pekín, en 1984, el acuerdo de devolución, ocupará un puesto destacado en la tribuna. La reserva hotelera la ha solicitado en previsión de que el gobernador Chris Patten no le invite a su casa. Los festejos durarán 48 horas, y durante ese tiempo estará paralizada la vida laboral y cerrada la Bolsa.
Patten, ex presidente del Partido Conservador británico en tiempos de Thatcher, no se entretendrá mucho para empacar sus maletas después de que en la medianoche del 30 de junio al 1 de julio arríe la Union Jack en la sede del Gobierno colonial y presencie el izamiento de la enseña roja con cinco estrellas china. No es querido por Pekín, que le acusa de intentar violar reiteradamente el acuerdo de 1984.
A pesar de que las consecuencias serán bastante escasas, el político británico logró el pasado año que la mitad de los 60 miembros del Consejo Legislativo (Legco) sea elegida por votación directa en los comicios del próximo septiembre. Además, ha rebajado de 21 a 18 años la edad del voto y ha aumentado el cuerpo electoral.
En septiembre de 1994 y el pasado día 5 de marzo se celebraron comicios para los consejos de distritos y municipales. El poder de estos órganos secundarios es mínimo y su influencia escasa, pero resulta significativo el triunfo sin paliativos de los independentistas del Partido Liberal Democrático, liderados por el abogado Martin Lee, así como los malos resultados de la alianza prochina.
Pekín ya ha anunciado que la legislatura no se prolongará más allá del 1 de julio de 1997 y que tratará de constituir antes un órgano no democrático formado por ilustres, encargado de la transición. Entretanto, China busca entre personalidades locales no sospechosas a quien será el primer jefe del Gobierno de la región especial.
Patten acaba de decir en Singapur que el futuro de la colonia dependerá del cumplimiento del acuerdo de 1984 y de la constitución redactada años después. En definitiva, de la observancia de las leyes. Si así fuera, el éxito es incierto. "Hay muchos puntos importantes que aún están siendo discutidos y leyes que no han sido traducidas al chino y que tampoco se sabe cómo las interpretará el Gobierno central", afirma un diplomático europeo.
El Gobierno chino tiene ya desde hace tiempo bien enraizada su presencia económica en el enclave, y pasa por ser el primer inversor extranjero en Hong Kong. Más de 1.600 compañías chinas tienen inversiones en la colonia británica por un valor. según los cálculos más conservadores, de por lo menos 10.000 millones de dólares. Además, las exportaciones chinas a través de Hong Kong han crecido en los últimos 15 años el 36%, y las importaciones, en proporción ligeramente mayor. Todo ello hace pensar que las autoridades pequinesas intentarán mantener el protagonismo económico de Hong Kong como centro fundamental de finanzas y de servicios.
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