Los árboles y el bosque

En los tiempos que corren por nuestra piel de toro, con la vorágine de acontecimientos que posiblemente estén afectando a la salud mental colectiva de todos, uno echa de menos, sobre todo en las mentes pensantes otrora progresistas y, a la fecha de hoy, más calladas y acomodaticias que nunca, la visión a largo plazo, las grandes ilusiones (¿por qué no?) que ponen en marcha a un pueblo como el nuestro, ciertamente castigado por el pasado, pero siempre dispuesto a las causas nobles.Hoy, más que nunca, los árboles cotidianos nos impiden ver el bosque, y los que siguen empeñados en gobernarnos ponen más énfasis en complicar más cada día el panorama, en lugar de despejar incógnitas, insuflar ánimos al ciudadano de a pie y, en suma, sembrar esperanzas.

Posiblemente, si el ámbito personal, el de cada españolito que se precie, mejorara en la relación con sus congéneres, si todos intentásemos aclarar el contexto propio, esos grandes conflictos, curiosamente en gran parte políticos, se disolverían como el azúcar en el agua, y lo que hoy ve mos como insoluble, posible mente apenas si merecerá la letra pequeña en los futuros manuales de nuestra historia.

En suma, apelo a su periódico, al sentido común y al noble arte de la reflexión individual y colectiva. Tiempo es de discernimiento; no podemos entrar a todos los trapos, busquemos el quite y despejemos, no para que el balón impida seguir el juego, sino para que las reglas del mismo sean diáfanas y la participación mayor. Y que los dioses del destino traigan a esta tierra lo que tanto necesita, el agua que todo lo limpia y la dignidad, unida siempre al trabajo bien hecho y a la responsabilidad de todos y cada uno; brindo porque así sea y, ¡ojalá!, el mañana sea más diáfano que el hoy.-