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Condenada a cobrar

El juez obliga a una mujer agredida por una pareja de ancianos a recoger una indemnización de 500 pesetas

Vicente González Olaya

Un juez dio la razón a Milagros Estanislao, una pintora de 38 años que fue agredida por una pareja de ancianos. El agresor debía pagar 500 pesetas, y Milagros Estanislao, recogerlas. De lo contrario, podría "ser conducida por la fuerza pública", le comunicó el juzgado. Pero los avatares que ha provocado tal comunicación le han costado seis veces más de lo que debía recibir, y chocar con la burocracia judicial.

La historia empezó en un autobús de la línea 71. Milagros estaba harta de escuchar los comentarios despectivos de un matrimonio de ancianos que pasaba el rato descalificando a los "jóvenes desaliñados que entraban en el autobús". "De pronto, cambiaron de tema. Comenzaron a hablar mal de las mujeres que llevamos más de dos pendientes en las orejas. Dijeron que éramos unas degeneradas. No cesaban de hacer burla y de efectuar comentarios sarcásticos. El hombre llegó a decir que había oído que algunas mujeres se los prendían en los pezones. Les miré severamente", recuerda. "Entonces dijeron que yo me estaba dando por aludida y me hicieron burla", comenta.

El autobús llegó al final de su trayecto. Cuando Milagros estaba a punto de descender de él en la plaza de Manuel Becerra, coincidió con la pareja en el descansillo del vehículo. La pintora se dirigió a ellos y les recriminó sus palabras despectivas hacia los jóvenes y mujeres. "Esos comentarios los hacen en privado. A mucha gente les puede molestar", les dijo. "De repente, el hombre me llamó puta, zorra, cotilla y guarra. Me dijo que no sólo me insultaba, sino que también me iba a partir la cara. Su esposa me cogió del pelo, mientras el marido me golpeaba con fuerza en el pecho. Me rompieron el reloj y me tiraron las gafas. Unos transeúntes nos separaron. Me marché corriendo al médico", relata. Este periódico no ha podido conocer la versión del matrimonio agresor por tener un número de teléfono secreto.

El médico le descubrió varios hematomas en el hemitórax izquierdo, de los que Milagros tardó en recuperarse siete días. "Volví a casa y mi marido me dijo que los denunciase", rememora. "Comencé por mi cuenta una labor de investigación para encontrar a las personas que me habían golpeado tan salvajemente. A través del ambulatorio de Moratalaz [los ancianos hablaron durante el trayecto de que venían de él] pude localizarlos", añade.

En enero, un año después de la agresión, se celebró el juicio en el Juzgado número 13 de plaza de Castilla. En su sentencia, el magistrado condena al agresor a indemnizar a Milagros Estanislao con 500 pesetas. El juez determina: "No debe señalarse otra indemnización mayor porque la culpa estuvo en mayor medida de parte de Milagros Estanislao, que provocó a los denunciados al creer infundadamente que la estaban ofendiendo. Es inverosímil que alguien llame a una mujer puta o zorra por el hecho de llevar pendientes". La pintora añade: "La sentencia es tan absurda como el juicio. El juez me espetó: '¿Pero, usted cree posible que estos dos ancianos de tan buen aspecto peguen a alguien?'. Le respondí: 'Yo si, por eso he venido. Aquí tiene el informe del médico, señoría'".

Pero las desventuras de esta pintora no acabaron aquí. Días después del juicio, Milagros recibió un telegrama del juzgado. Se le avisaba7de que el día 20 de febrero tenía que comparecer para recibir la indemnización, "sin excusa ni pretexto bajo apercibimiento de ley". La pintora explica: "Con ese formulismo me asusté un poco y decidí ir a cobrar, a pesar de que la cantidad era ridícula y me costaba más el transporte hasta el juzgado y el día de trabajo que tenía que perder. Mi sorpresa fue que las dependencias judiciales estaban cerradas porque la jornada anterior el juzgado había estado de guardia. Exigí una explicación y me contestaron de malas maneras que había sido una equivocación de un funcionario.

Hace unos días, Milagros recibió otro telegrama. Se le exige que se presente en el juzgado "al objeto de practicar diligencias, debiendo hacerlo sin excusa ni pretexto bajo apercibimiento de ley o ser conducido por la fuerza pública". Milagros termina: "Ya era el colmo. Llamé por teléfono preguntando si podía renunciar a la indemnización porque estaba perdiendo mi tiempo y dinero. Llevo gastadas más de 3.000 pesetas en aparcamientos y transportes. Me dijeron que mandase una carta al juez. Tampoco voy a recurrir la sentencia porque cuesta mucho dinero y, a lo mejor, me condenan a mí".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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