La ruta amarilla
Madrid y Japón se acercan a través del arte, la comida o los 'karaokes'
Dos mil trescientas personas miran Madrid con los ojos rasgados, según cifras oficiales. En la ciudad hay 14 restaurantes, japoneses y un a auténtica invasión de karaokes. Thiaki Horikoshi canta jondo en un disco compacto. Rikinosuke Kato y Mitsuo Miura exponen en sendas galerías. La Fundación Juan March y el Palacio de Velázquez enseñan las culturas Edo y Momoyama. Ellos tocan las castañuelas y nosotros comemos con palillos. Hasta el flex de toda la vida pierde terreno ante la moda de dormir sobre un futón.Rikinosuke Kato llegó para estudiar de cerca la obra de Tiziano y decidió cambiar el país del Sol Naciente por el imperio donde, en tiempos, no se ponía el sol. Allí, frente al Monasterio de El Escorial, donde Felipe II se jactaba de tanto poderío, aparcó Kato el caballete. Fuera del estudio vive con su mujer en un luminoso piso cercano al Prado. Veintitrés años después ha enseñado por vez primera sus pinturas en la galería Bennassar, el pasado mes de enero. "Expongo más en Japón. Allí sorprende el horizonte azul de todas mis pinturas, porque en Tokio no es tan fácil ver el cielo".
Kato no sabe español -es su mujer quien traduce- ni ha pisado en su vida un karaoke: "Cuando dejé Tokio, aún no existían, pero allí me aficioné al flamenco. ¿Restaurantes japoneses? Prefiero los guisantes con jamón".
Mitsuo Miura -su apellido, tan racial, es pura coincidencia- estuvo en la galería Helga de Alvear como un "artista español, tal y como se le considera en el mundo del arte y figura en los fondos M Museo Reina Sofila", comenta Santos de la Torre, su galerista.
Hace 20 años, viajando por Europa, comprobó que ésta era la ciudad más barata y donde mejor se vivía. Casado con una española, ambos son profesores en Bellas Artes, habla un castellano perfecto y no cree que Japón esté de moda, "sino que España no se ha relacionado nunca con el exterior, y ahora cunde la prisa".
A Miura le gusta el Musashi, uno de los 14 restaurantes japoneses de Madrid. Desde hace tres años aplacan la nostalgia untando paladares con futomaki, shako, anago y tempura. Un grifo de cerveza Mahou, una foto de la selección española de fútbol y varios carteles en caligrafía nipona componen un curioso altar de barra. "La cerveza madrileña gusta mucho a los japoneses, tanto como el schochu, aguardiente de trigo; o el sake, licor de arroz. El 80% de los clientes madrileños son muy expertos en nuestra gastronomía y manejan bien los palillos. Nos surtimos en las dos tiendas especializadas en Madrid", comenta el cocinero. Un español dirige el restaurante japonés de más orondas facturas. Francisco Javier Armas trabaja en línea directa con Japón.
El Suntory abrió sus puertas en 1988, sabiendo que la colonia nipona abulta poco. "Japonesa es parte de nuestra clientela, satisfecha de que un español atienda el Sushi-bar. Japón nos suministra salsas y condimentos, mano de obra y asesoría para instalaciones. Imitamos sabores y costumbres para que resulte muy auténtico. Aquí la afición crece, sobre todo entre los más viajeros".
Del 23 de septiembre al 22 de enero, 56.717 almas se han empachado de cultura Edo (1615-1868) en la Fundación Juan March, contemplando los 88 Tesoros del Arte Japonés del Museo Fuji deTokio. Como broche de oro, la Juan March y la Fundación Japón de Madrid organizaron dos conciertos de música tradicional japonesa, para casi mil personas. Kayoko Takagi, profesora del Centro de Estudios de Asia Oriental (Universidad Autónoma de Madrid), colaboró en la confección del programa. Kayoko enseña lengua y literatura japonesa a medio centenar de madrileños, "hábiles en la pronunciación, escribir es más difícil".
MiI canciones
Y, aprovechando la oportunidad del Nobel, ha empujado a sus alumnos a trabajar sobre Una cuestión personal, de Kenzaburo Oé. Casada con un diplomático español, lee el Asahi, periódico de su tierra, y la dieta mediterránea es su pan de cada día, "aunque la cocina japonesa me relaja más".
En el Palacio de Velázquez, un pasado más lejano estuvo presente hasta finales de febrero. "El arte de la edad de oro" se refiere al periodo Moyama (1573-1615), dominado por los daimyos, maestros en la tradicional ceremonia del té.
Según la Asociación de la Comunidad Japonesa en Madrid, "hay 2.300 registrados como residentes, aunque la cifra real es mayor". Suelen disfrutar más taconeando que empuñando el micrófono de los karaokes. "Aquí son muy desordenados y ruidoso's"., cuenta un joven, confesando que alguna vez ha terminado cantando con Víctor Manuel, cuyos éxitos figuran entre las más de mil canciones; en nueve idiomas, que ofrecen esos salones.
Restaurantes: Musashi: Conchas, 5, metros Santo Domingo y Callao, teléfono 559 29 39. Suntory: Castellana, 36-38, metros Rubén Darío y Núñez de Balboa, teléfono 577 37 33. Donzoko: Echegaray, 3, metro Sevilla, teléfono 429 57 20. Tienda de alimentación. General Margallo, 27, metro Tétuán, 579 66 04. Asociación de la Comunidad Japonesa, 559 55 58. Karaokes. Bambú: Vázquez de Mella, 3, metro Gran Vía. Casting: Meléndez Valdés, 30, metros Argüelles y Quevedo. La Casa de Piedra: Valverde, 5, metro Gran Vía.
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