La cara del héroe
"Consideremos los Estados Unidos de América, donde todo se transforma en imágenes: sólo existen y se consumen imágenes", escribió Roland Bartes.O. J. Simpson, el ex futbolista profesional ahora transformado en actor en el juicio entablado contra él por el asesinato de su ex mujer y un amigo de la pareja, ha llevado una máscara durante toda su vida. Nacido y criado en el barrio pobre de Potrero Hill, en San Francisco, Orenthal James ya era actor de niño. Tuvo que actuar para abrirse paso en las calles; eso o convertirse en un blanco. Cuando descubrió que era capaz de correr más deprisa que la mayoría de los chicos de su edad o incluso mayores, O. J. se convirtió en un blanco móvil difícil de apresar; esa habilidad le Permitió seguir con vida. Explotó su talento y se convirtió en una estrella de fútbol, papel que le resultó fácil. Simpson adoptó la cara de un héroe cuando aún era un adolescente. Ahora los fotógrafos tratan de revisar su rostro, de recomponer sus rasgos para configurar la máscara del asesino. "La máscara es la zona difícil de la fotografía", dijo Barthes. "En cuanto me siento observado por el objetivo, todo cambia: me constituyo a mí mismo en el proceso de posar..., me transformo". Mi hipótesis es que O. J. Simpson ha olvidado el aspecto de su verdadero rostro. Ahora no sólo lucha por salvar la cara, sino por recuperarla.
Simpson ha declarado ante el juez que es "inocente al cien por cien" de la acusación que se le imputa: rebanar brutalmente las gargantas de Nicole Brown y Ronald Goldman. Quienquiera que lo hiciera -golpear y rajar al repartidor y luego seccionar prácticamente la cabeza de la mujer no fue descubierto mientras lo hacía con una media ensangrentada en la cara. ("Me transformo."). El acto que ahora estamos viendo en el tribunal es descrito por los abogados estrella con tanto detalle como Alfred Hitchcock concibiera Psicosis. O. J. Simpson es la persona más famosa juzgada jamás en EE UU por un crimen capital. El hecho de que esto ocurra en Los Ángeles y no en algún exterior lo convierte en un sueño para los medios de comunicación: al tener lugar allí, no hay gastos de transporte que hagan tambalearse el presupuesto de la producción.
El juez ha permitido que se televise el juicio. Todos los implicados se alegran de ello a pesar de las 15.000 cartas enviadas al juez protestando por la retransmisión. Los japoneses no son capaces de fabricar suficientes cámaras para hacer tantas fotografías. ("Sólo existen y se consumen imágenes"). Todo el mundo necesita postales de la ejecución, como si mirarse en el espejo no nos produjera bastante horror.
Los abogados firman autógrafos en la calle y en los supermercados. "Yo lo hago", dijo la fiscal encargada del caso, Marcia Clarke, que parece una persona decente, "pero no sé por qué". ("Me constituyo en el proceso de posar"). O. J. Simpson tendrá que hacer frente a unos costes judiciales de más de tres millones de dólares. ("Soy inocente al cien por cien"). Su cara se ha convertido en la máscara de un mártir. Aparecen libros hechos a vuela pluma que destruyen su imagen y la de ella, Nicole. La primera amante femenina de la hermosa rubia declara que Simpson maltrataba a su esposa. Conocidos de O. J. Simpson aparecen en televisión y nos cuentan que el héroe consumía cocaína con regularidad. Los periódicos y revistas acarician sin cesar el cuerpo prácticamente decapitado de la rubia con la negligé descuidadamente dispuesta sobre la acera californiana. Clic. Su cabellera de platino desgajada en una autopista sureña a lo Jane Mansfield. Clic. ("Sólo existen imágenes"). Películas caseras que aparecen a la hora de la cena: el mejor amigo de Simpson alternando con actrices porno, O. J. disfrutando de sus hijos, la familia de Nicole mostrando sus fotos de cuando era niña. Cuando jugaba al fútbol, Simpson llevaba una máscara facial; únicamente dejaba al descubierto los ojos, que te atravesaban como los de un reptil barriendo la zona mientras corría para evitar una violencia casi segura. Ahora, sentado en la. sala, sus ojos parecen vacíos, faltos de energía; como si, tras un partido, se hubiera sentado en los vestuarios, abatido, exhausto, con el mundo bullendo a su alrededor.
En tres días he recibido las siguientes noticias: la hija de un amigo mío de 15 años de edad, ha sido violada y asesinada, de un tiro en la cabeza, un sábado por la tarde en el campus de camino a la casa de una amiga. Mi hijo y su novia, ambos de 20 años, estaban esperando al autobús de noche cuando un chico de 18 los asaltó con una escopeta, obligó a mi hijo a tumbarse en la acera y secuestró a la chica. La llevó en un coche hasta una zona desierta, la pegó y violó, luego la dejó tirada en la calle y se marchó. Un viejo amigo mío, hispano, de 72 años, aspiraba a un escaño en el Ayuntamiento. Competía contra la titular, una mujer negra. Durante la campaña, mientras recorría un barrio predominantemente negro visitando a las familias, fue atacado por un grupo de gorilas, todos negros, que le hicieron picadillo. ("Consideremos los Estados Unidos, donde..., sólo existen imágenes").
Separemos lo que es realidad de lo que es ficción. ¿Distingue usted la diferencia? Yo soy un escritor, y no puedo. En Yuba City, California, a 600 millas al norte de donde se está juzgando a O. J. Simpson por dos asesinatos, se encontraron dos manos seccionadas en un carro de un supermercado. Fue un encargado que en ese momento recogía los carros del aparcamiento quien hizo el espeluznante descubrimiento. Las manos se han clasificado como prueba de un crimen, pero hará falta un experto forense para determinar si los miembros hallados son, efectivamente, humanos, y si hay indicios de homicidio.
¿Qué cara pondría el encargado al ver las manos? Encontrar unas manos en un. carro de un supermercado no tiene nada de heroico. Esa cara no es la cara de un héroe, ¿o sí?
O. J. y los abogados posan, para la cámara. ("Me transformo"). Los miramos sin deponer nuestras máscaras, mudos moradores de esta difícil región.
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