Pistas del festejo rural
Todos los pueblos de la región celebran el Carnaval. Algunos, tras la desaparición de la censura franquista, sólo recuperaron la fiesta a finales de los años setenta, y con su primitivo significado ya bastante olvidado. Otros (los que siguieron celebrándolo en la clandestinidad) disfrutan todavía de estas tradiciones ancestrales que se negaron a abandonar.
Los vecinos de Cadalso de los Vidrios (2.150 habitantes) festejan los carnavales desde el siglo XV. Los carnavales de Cadalso, además de contar con las tradicionales comparsas, guardan una singular tradición: la procesión de las ánimas, organizada por la llamada Hermandad de las Ánimas Benditas y cuyo origen se remonta a 1861. Sus integrantes se rigen por extensos estatutos que velan, principalmente, por las almas de los cofrades ya fallecidos. Los hermanos portan bastón, cordones y bandera y los subastan al mejor postor. El dinero obtenido se destina a la Iglesia.
Los vecinos de Canencia (450 habitantes), si quieren salir indemnes del Carnaval tienen que disfrazarse obligatoriamente. Los morandangos, personas armadas con garrotes, atizan bastonazos a todo aquel que osa no disfrazarse.
Los muchachos de Montejo de la Sierra (268 habitantes) se visten en Carnaval con camisas blancas y pañuelo rojo. Las chicas se ponen enaguas blancas. Luego se suelta una vaquilla (armazón de madera que maneja un mozo) y se simula darla muerte con un tiro de escopeta. Finalmente, se derrama un poco de vino en un barreño, que representa la sangre de la vaca.
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