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Alternativa a la cárcel

Presos ex toxicómanos cumplen condena en pisos de Móstoles y Getafe

"Sí hay una alternativa a la cárcel para presos que cometieron su delito bajo los efectos de la droga". Con estas palabras recibe el presidente de Punto Omega, Juan Ignacio Jiménez, a los internos de la prisión de Navalcarnero que voluntariamente se acogen a la Unidad de Atención a la Drogodependencia (UAD). Tras estas siglas "se esconde" un amplio programa que permite a los reclusos cumplir sus penas fuera de la cárcel y en pisos alternativos. Actualmente y dentro de este plan, 18 jóvenes se reparten entre dos pisos en Móstoles (199.000 habitantes) y uno en Getafe (144.000 habitantes). Esta iniciativa, pionera en la región y puesta en marcha por Punto Omega hace ya dos años, tiene su primer paso en la cárcel, con la UAD. Allí, 12 profesionales -psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales y animadores- trabajan con los internos decididos a colaborar, que en la actualidad son 194.Al cabo de año y medio en la UAD, los participantes tienen que demostrar que ya no consumen drogas y que han superado los niveles exigidos en las aulas de habilidades sociales. Sólo 20 de ellos lo han conseguido este año, de los que únicamente 12 han tenido cabida en varios pisos que Punto Omega posee repartidos por la Comunidad gracias a los 25 millones aportados por el Ministerio de Asuntos Sociales y el Plan Regional de Drogas.

Los beneficiarios, según Juan Ignacio Jiménez, son chavales que no han cometido delitos de sangre ni contra la libertad sexual, que han superado la UAD y a los que queda poco tiempo de, condena".

En un piso de Móstoles ya vive un grupo de seis de estos jóvenes, acompañados por dos monitores. También hay una disciplina que cumplir, "pero no es riada comparado con la cárcel", señala Florencio. Este hombre, de 35 años y dos hijas, es uno de los inquilinos. Robó un banco en agosto de. 1982 "porque tenía que mantener a la familia y comprar la droga", comenta. La muerte de un hombre a manos de su compañero le convirtió en cómplice de homicidio, lo que le supuso una condena hasta el 2001. Ahora está pendiente de la libertad condicional, que le permitiría encontrar trabajo y abandonar el piso. Mientras, pasa los días entre el taller de jardinería y las visitas a su familia los fines de semana. A Ricardo, de 27 años, le espera, su madre cada cinco días para darle ánimos. Así lo ha hecho durante la última década en que su hijo estuvo de presidio en presidio.

En Vallecas, Javi consumía drogas duras desde los 14 años. Hoy, con 29, intenta aplicar ante el futuro ese tesón que le sirvió para abandonar por sí solo su toxicomanía en un ambiente tan hostil como el de la prisión. Fernando, 33 años, tampoco recibió ayuda de nadie al estar desvinculado de su familia.

Tan particulares inquilinos se reparten las tareas domésticas, acuden al centro de día para ser atendidos por psicólogos y participan en nuevos programas de consolidación de las conductas aprendidas. Pero, por encima de todo, no deben volver a las drogas, pues con sólo tres recaídas tendrían que volver a la cárcel.

Enrique, que ha cumplido ya los 31, llenó su tiempo en la cárcel con varios cursillos de manipulador de alimentos y cocina con los que consiguió trabajar como tal en la prisión de Burgos durante dos años. Su inquietud por la sociología le ha llevado a estudiar inglés y a preparar el curso de acceso a la universidad para mayores de 25 años. El resto de sus compañeros se conforman con trabajar donde sea una vez acabado el programa.

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