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Muertos en Chechenia: ni todos ni muchos

Pilar Bonet

Borís Yeltsin pidió ayer al Parlamento que guardara un minuto de silencio por los "compatriotas muertos" en la guerra de Chechenia. Su exhortación, sin embargo, estaba lejos de ser un gesto de reconciliación nacional porque, al leer su discurso, Yeltsin eliminó el pronombre "todos", que figuraba en la versión del texto repartido previamente por la agencia Itar-Tass.El presidente, que también suprimió el adjetivo "grandes" al referirse a las "pérdidas" sufridas por el Ejército ruso en Chechenia, dejó claro que no valora de igual modo todas las transgresiones de los derechos humanos. La causa de las "transgresiones de los derechos cívicos en el curso de las acciones militares" son, a su juicio, una consecuencia de la falta de preparación del Estado para "acciones de fuerza eficaces". "Los soldados rusos", añadió, "no dispararon a las mujeres y a los niños por la espalda, no los utilizaron como un escudo viviente, no abrieron fuego en lugares poblados, parapetándose en casas y clínicas".

Yeltsin justificó el uso de la fuerza en Chechenia y atribuyó el retraso en tomar decisiones al sentimiento de culpabilidad de la sociedad rusa por el pasado imperial, al "síndrome de Afganistán" y al miedo a la incomprensión. Como resultado, en Chechenia se formó "el más auténtico régimen dictatorial" y un "polígono de pruebas para la preparación y difusión de poder criminal en Rusia". En lo que parece una advertencia a los líderes regionales rusos con ínfulas separatistas, Yeltsin afirmó: "Si no queremos que se repitan los sucesos de Chechenia, no debemos permitir en el futuro que se establezcan en Rusia régimenes dictatoriales regionales".

Las "úlceras" como el cartel de Medellin, de Colombia, o el triángulo dorado, del sureste asiático, o la "dictadura criminal de Chechenia", no desaparecen por sí solas, agregó Yeltsin, que ha nombrado al viceprimer ministro, Oleg Soskovets, como su representante en Chechenia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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