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El Real Madrid cae de pie

El Valencia volvió a derrotar al equipo de Valdano en octavos de la Copa

Santiago Segurola

La adrenalina pudo con el fútbol en Mestalla, pero las impurezas del partido no le quitaron el punto de hermosura que siempre tiene la Copa. El Valencia defendió su ventaja como los púgiles rocosos, metido en su campo, pendiente del contragolpe y de una gran capacidad de sufrimiento que fue equivalente en los dos equipos. El Madrid murió de pie, con el orgullo de los grandes equipos. Cayó al final, cuando salió con todo a por la eliminatoria que se le escapaba. Fue la derrota de un equipo poderoso y decidido.El partido tuvo el corte que pide la Copa. Hubo desgarro en el campo y pasión en la grada. Si cabía más voltaje, se lo añadió Laudrup con un remate imprevisto por la posición, por la violencia y por el actor. Laudrup, que anda sobrado de cualidades, no se distingue por su pegada. En la jerga: tira masitas. Entre todos los candidatos al tiro largo, es el peor aspirante. Por eso resultó sorprendente la crudeza de su remate en el minuto 10. Salió seco y preciso. Al ángulo izquierdo de Zubizarreta, el primer sorprendido del bombazo.

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Se hizo el silencio en Mestalla porque el encuentro estaba donde quería el Madrid. Y en estos días, el Madrid intimida. Tiene gol y juego. Sin embargo, el tanto de Laudrup no tuvo un efecto devastador sobre el ánimo del Valencia. El encuentro prosiguió por el camino inicial. Tirado atrás, el Valencia presionaba con un coraje extraordinario en la media cancha. El Madrid apenas tenía espacios para mover la pelota. Era una habitación demasiado reducida para tantos futbolistas.

Aunque el Madrid tenía el aspecto de gobernar el juego, sus dificultades eran evidentes. Fuera del gol, Laudrup se encontró demasiadas veces con Mazinho. El centrocampista brasileño es un bombero excelente. Está atento a todos los fuegos. Aparece por un lado y por otro para quitar la pelota y sacarla de forma aseada. Es una cualidad que evidentemente tiene que ver con la inteligencia. Sin un físico aparatoso, Mazinho dispone de la habilidad para anticipar y leer una especie de versión tropical de Milla. Sobre el pilar de Mazinho, el Valencia impidió el juego fluido del Madrid, que tuvo un problema añadido: apenas pudo aprovechar a sus extremos en la primera parte. El Madrid tuvo la propensión a embotellarse por su insistencia a buscar el centro de la defensa del Valencia. Por tanto, su juego se hizo más dificultoso y previsible. El Valencia aportaba presión y la salida en el contragolpe. Lo hacía en pequeñas dosis, pendiente de cualquier ocurrencia de Mijaitovic, un jugador que siempre tiene una aire amenazante en su estilo. Pero Mijatovic estuvo bastante apartado del juego, sometido a las reglas de un partido enredado y tenso, fragmentado por las imprecisiones y por una densidad muy alta de faltas. Era un encuentro que no acababa de romper hacia nada concreto.

El paisaje de la eliminatoria invitaba, sin embargo, a una crecida progresiva del Madrid. El segundo tiempo fue una pugna contra el tiempo. El Valencia se defendía para sobrevivir; el Madrid necesitaba encontrar respuestas al problema del resultado y a algunos defectos de su juego. A su favor tenía la autoridad que ejercía sobre el Valencia. Con los defectos que se quieran, jugó como un grande, de la forma que se espera en los buenos equipos. Buscó el partido con toda su alma, con orgullo y decisión. La cuota de agudeza que le faltó para buscar a los extremos la cambió por la insistencia y un desgaste brut al. Todas las condiciones estaban puestas para un final emotivo, pero de leve contenido futbolístico.

La última media hora se vivió bajo las reglas de la Copa: un combate corto, sin apenas espacio para la reacción, más dispuesto al choque enérgico que al ejercicio de estilo. Todo el tramo final fue vigoroso y emotivo. Los dos equipos murieron sobre la cancha: uno por ganar y otro por defender. Pasó el que se defendió, pero atrás dejó un adversario lleno de coraje y presencia, un equipo de verdad.

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