Un despegue económico inmune a la crisis política
Afortunadamente para los 39 millones de polacos, el estado de su economía está demostrando ser inmune a la permenente guerra sucia en que se está convirtiendo la vida política. Las estadísticas muestran que la riqueza nacional ha crecido el año pasa da un 5% y se espera otro tanto para 1995, cifra que firmaría ce rrando los ojos cualquiera de los países de Europa oriental en vías de transformación. Aunque la inflación está todavía en el 30% anual, era de más del 40% en 1993, la productividad aumenta lo suficientemente rápido como para absorber las subidas salariales. El sueldo medio neto de un polaco ronda estadísticamente las 30.000 pesetas mensuales, pero nadie en la calle cree que se pueda vivir con esa cantidad. Para ayudar a combatir la inflación, en enero de este año se ha introducido el nuevo zloty, que reemplaza al anterior con una equivalencia de uno nuevo por cada 10.000 antiguos.
El desempleo, difícil de medir en un país con una boyante economía sumergida, está oficialmente cerca del 17%, un porcentaje difícil de digerir por unos ciudadanos acostumbrados durante décadas a un nóminal pleno empleo. Los estudiosos coinciden, sin embargo, en la fiebre emprendedora del polaco medio. La caída del comunismo hace cinco años ha despertado una pasión por los negocios ilustrada por la cifra de empresarios del país: de un total registrado de ocho millones de empresas, una por cada cinco habitantes, seis millones lo son de una sola persona, el dueño del puesto o chiringuito correspondiente. El sector privado mueve ya aproximadamente el 55% de la economía. Los grandes perdedores del cambio económico, que en su aspecto privatizador está semiparalizado, son los jubilados, como en, otros países del Este. Polonia tiene nueve millones de pensionistas que, a pesar de percibir retiros en su mayoría de hambre, amenazan con hacer naufragar las cuentas del país si no se reforma inmediatamente el relativamente generoso, para las posibilidades polacas, sistema de pensiones.
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