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Todo por Felipe

Los independientes Pérez Mariño y Garzón culpan al líder del PSOE de su salida de las filas socialistas

Anabel Díez

Ventura Pérez Mariño y Baltasar Garzón entraron en las filas socialistas por Felipe González y han salido de ellas por el mismo motivo. El juez Garzón, de 39 años, afirmó que abandonaba su escaño al comprobar que el líder socialista no tenía suficiente voluntad de acabar con la corrupción. El también magistrado en excedencia Pérez Mariño, de 46 años, se ha visto obligado a dimitir por proclamar que González debe abandonar la presidencia del Gobierno por no ofrecer una respuesta satisfactoria sobre el caso GAL y el presunto uso irregular de los fondos reservados.La pequeña historia de ambos diputados independientes en las filas socialistas ha estado jalonada de desencuentros. Los parlamentarios del PSOE estaban dispuestos a no convertir a Pérez Marino en una víctima, así que tenían asumido que el diputado por Lugo iba a votar con la oposición y a romper la disciplina del Grupo siempre que su conciencia así se lo dictara. Pero un ataque directo a Felipe González merece la pena máxima, y es lo que ha llevado a la dirección del grupo parlamentario a indicarle la puerta de salida. Algunos de sus compañeros de escaño dicen que tiene una estrategia política premeditada para hacer daño al PSOE. Otros le justifican, convencidos de que Pérez Mariño se cree investido de una misión con tintes redentores. Esa supuesta vocación choca de bruces con la disciplina de un grupo parlamentario.

En el PSOE ya se han elaborado dos doctrinas antagónicas respecto a las motivaciones que han llevado a Pérez Mariño a infligir este duro golpe al partido. Para algunos ha actuado premeditadamente, dejando caer la bomba de sus declaraciones en el peor momento y en conexión con no se sabe muy bien que agentes oscuros que, en todo caso, benefician al Partido Popular. La otra versión, sustentada por parte de la dirección del grupo parlamentario, se aleja de posibles conspiraciones y se asienta en la personalidad del todavía ex juez.

Para éstos últimos, Pérez Mariño se vería a sí mismo como el hombre llamado a "redimir" a los socialistas y actuar como ariete de la contricción y posible "salvación" de un partido sumido desde hace tiempo en el "pecado", según las sarcásticas palabras empleadas por uno de los máximos dirigentes del PSOE. "Una mezcla tremenda entre su personalidad gallega y las características propias de un cristiano de base aunque no lo sea", añadía, dejando claro que esta última apreciación estaba desprovista de cualquier tinte religioso.

Estos interlocutores sustentan su versión recurriendo a a la trayectoria personal y política del diputado por Lugo. Ventura Pérez Mariño ha sido progresista desde jovencito. Conocido antifranquista y comprometido como abogado laboralista, entró pronto en el círculo de los profesores Enrique Tierno Galván y Raúl Morodo, en cuyos respectivos despachos hizo sus primeros trabajos como, letrado. Simultáneamente pasó a militar en el partido que creó el viejo profesor, primero Partido Socialista del Interior y después Partido Socialista Popular (PSP). Sin embargo, Pérez Mariño se descolgó del proceso que llevó a la integración del PSP en el PSOE.

Durante estos años del PSOE en el poder, además de practicar el maratón casi como un profesional, Pérez Mariño ha tenido tiempo de utilizar la legislación que le permitió pasar de la abogacía a la judicatura por concurso de méritos, lo que le diferencia de Baltasar Garzón, juez de carrera. "El político es Ventura y no Garzón", dijeron enseguida quienes estuvieron en la jornada campestre del mes de febrero de1993 en los Quintos de la Mora, donde el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, hizo de anfitrión en una comida en la que Felipe González era el invitado de honor.

También cuentan que González se llevó una grata impresión de Pérez Mariño, por lo que, aunque el objetivo era colocar a Garzón en las candidaturas para las elecciones de dos meses después, el número uno del PSOE pidió un sitio para él. Como era gallego, se comunicó a la organización socialista de esa comunidad que le hicieran un hueco en la lista por Lugo.

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La razón de que los dos independientes del PSOE se hayan sentido tan defraudados también tiene distintas interpretaciones. "Depende de cuales fueran las condiciones del contrato", "comentaba ayer con ironía un miembro de la ejecutiva socialista. Nada más ser captados, tanto Garzón como Pérez Mariño se sintieron artífices del, cambio del cambio y de la renovación que Felipe González propugnaba, por lo que en principio sus simpatías estaban en el lado de los adversarios de Alfonso Guerra. Ya en la reunión auspiciada por Bono en la finca castellano-manchega, uno de los asistentes asegura que Garzón dijo en alto a Felipe González que Alfonso Guerra debía estar fuera de la dirección del partido. González hizo como que no escuchó. Los socialistas lucenses de la entonces ala renovadora aseguran ahora que comentarios de ese tipo también salieron de los labios de Pérez Mariño durante la campaña electoral.

Según el ideario renovador de aquellos momentos, para ganar los comicios se necesitaba a Felipe González, prescindir de las antiguallas del partido y luchar a fondo contra la corrupción. La decepción de ambos independientes por la forma de plantar cara a esta última no fue la primera. Ya antes se habían sentido defraudados cuando entraron a formar parte del Grupo Parlamentario Socialista. "¡Qué gente, son como una secta!", esta frase, atribuida a los dos recién llegados en relación a los diputados socialistas, ya fueran renovadores, guerristas o terceras vías, indicaba que no encajaban muy bien en los modos y usos del PSOE, a pesar de que durante este tiempo la disciplina se ha relajado notablemente y la libertad de expresión se ha instaurado sin posibilidad de contención.

Aunque son pocos, todavía queda alguien que comprende a Pérez Mariño. "Alguien con mentalidad de juez no puede pasar por alto los asuntos Filesa y GAL y es lógico que explotara", señala un miembro de la Comisión de Justicia que intenta ponerse en la piel de un independiente sin aprecio, cultura, o historia de partido. Quienes sí son del PSOE afirman que desde la primera vez que el ex juez se manifestó en contra de la posición del grupo, la consigna oficial fue la de dejarle libertad de acción.

El caso GAL puso las cosas difíciles, y la comparecencia del ministro Juan Alberto Belloch el 30 de diciembre en el Congreso casi hizo que el desenlace se adelantara. "En nombre" del grupo parlamentario socialista, como portavoz en la Comisión de Justicia e Interior, Pérez Mariño situó a jueces y periodistas en la vanguardia de la lucha contra la corrupción, y puso en duda la doctrina del Gobierno según la cual en estos momentos no se puede hablar de responsabilidades políticas por los GAL hasta que no avance el sumario. Poco después pidió hablar con Felipe González.

El diputado por Lugo se entrevistó con el presidente del Gobierno el pasado mes de enero, y hasta ayer no se supo el contenido de la conversación. No obstante, Felipe González sí había comentado a algunos dirigentes de su partido las tesis de, Pérez Mariño. En su cara, Pérez Mariño le dijo que debía dimitir. González no se enfadó. Se limitó a decir que esa solución no le parecía la más conveniente.

Hasta ahora, el díscolo independiente había anunciado a Almunia cada una de sus acciones en contra de la disciplina del grupo. Anteayer, sin embargo, no tomó la palabra cuando el grupo se reunió para discutir las mociones propias y ajenas. Sí le comunicó en privado al presidente del grupo que iba a votar con el PP e IU las propuestas relativas al GAL y fondos reservados. Almunia le pidió, sin éxito, que no lo hiciera público. Ya estaba asumido, y Pérez Mariño podría haber seguido en su puesto, aunque con animadversiones cada vez más ruidosas, si se hubiera limitado a la indisciplina de voto. Pero tocó lo intocable. Pidió la cabeza de Felipe González.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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