Máxima pena de internamiento para el adolescente, que mató a una niña
El juzgado de Menores de Granada condenó ayer a dos años de internamiento -la mayor pena prevista por la ley- en un centro especial al joven de 14 que el pasado mes de mayo dio muerte a Nerea, una niña de seis años, hija de la compañera sentimental de su padre.Antonio, un chico alto, delgado, ha permanecido desde su detención en Cenes de la Vega (Granada) recluido en un centro de Sevilla. La sentencia fue dictada al término de la vista oral después de que el menor aceptara la petición propuesta por la Fiscalía.
El juicio se celebró a puerta cerrada y en total intimidad. El muchacho reconoció haber dado muerte a la pequeña arrojándola a una conducción de agua en donde la niña falleció por asfixia. Antonio se había comportado con violencia en otras ocasiones con Nerea, a causa de los celos y del desplazamiento que le había supuesto la llegada de la niña y su madre al domicilio paterno. El joven obtendrá la libertad una vez haya cumplido 16 años de edad, y carecerá entonces de antecedentes delictivos.
Los hechos se remontan al pasado 17 de mayo. Ese día, a primera hora de tarde, Antonio y Nerea salieron a dar un paseo por las inmediaciones de la casa, una zona relativamente escarpada y solitaria. En su primera declaración, el adolescente dijo que ambos estuvieron buscando caracoles y, en un momento dado, la niña desapareció.
Comportamiento normal
Sin embargo, un día más tarde el joven admitió que había dado muerte a la pequeña arrojándola por una canalización de agua potable. Mientras la niña permaneció, desaparecida, el muchacho se comportó en todo momento con normalidad. Únicamente perdió los nervios y rompió a llorar cuando la Guardia Civil lo sometió a un interminable interrogatorio.
Antonio es el segundo de una familia de tres hermanos. Sus padres se separaron hace tres años y, aunque la patria potestad correspondía a la madre, él y su hermano mayor, de 17 años, decidieron vivir con su padre. La convivencia fue bien hasta que apareció María José Risquel y su hija Nerea. La incorporación de la pequeña y de su madre al domicilio familiar fue un hecho que no pudo asumir Antonio, porque se vio despojado del protagonismo de que gozaba en la casa.
La relación del muchacho con la pequeña Nerea estuvo desde el principio salpicada de episodios violentos, pero nadie podía predecir que terminara en un homicidio.
La madre biológica de Antonio, que vivía en Madrid con el hermano más pequeño, fue el único consuelo que tuvo el muchacho aunque, según ciertas interpretaciones, influyó de manera determinante en que los celos se convirtieran en un odio sin disimulo.
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