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EL RASTRO PERDIDO - RIBATEJADA

El monte de las tejas

Vicente González Olaya

Todos los documentos que durante siglos habían transmitido, de generación en generación, la historia de Ribatejada (295 habitantes) se quemaron durante la guerra civil. "No quedó ni un papel. La historia de nuestro pueblo se perdió para siempre", comenta lacónico, el alcalde José Sanz, del Partido Popular.Ahora, sólo la memoria de los más viejos es capaz de reconstruir el pasado de este pueblo situado en los límites con la provincia de Guadalajara. Esta localidad surgió, según los vecinos, en la Edad Media en torno a unas ribas (desmontes del terreno) que fueron techadas con tejas por los pastores para guardar su ganado. "De ahí procede el nombre del pueblo: ribas tejadas", aclaran.

"En el Monte Tejero [a dos kilómetros del casco urbano] existen todavía los restos de los hornos donde se fabricaban las tejas", rememoran los ancianos. Estos vecinos añaden: "Bajo las tierras del monte, además, se ocultan unas enormes caballerizas subterráneas con más de mil años de antigüedad. Posiblemente las cavasen los árabes. Sería bueno que un día alguien se dedicase a excavar el monte y las sacase a la luz", rememoran los ancianos.

Los ribatejadeños aseguran que por ese monte pasaba además el camino real que llevaba directamente a los Reyes a Madrid. "En las caballerizas se hacía el cambio de monturas para que los monarcas llegasen a la Corte con caballos frescos", dicen seguros.

Felisa Salcedo, de 79 años, añade: "Del paso de los árabes también nos queda la tradición de las cuevas y de las galerías que recorren las calles del pueblo. Todas las casas antiguas están construidas sobre sótanos y túneles. Los árabes guardaban allí el aceite y el grano. Ahora esas cuevas sólo nos producen humedades en las casas".

Algunos vecinos aseguran que las caballerizas subterráneas, del monte Tejero, las galerías del casco urbano y los sótanos de un palacio, situado a las afueras, están unidas. "Se cuenta que los caballos de los nobles también podían pasar por debajo de las casas", manifiestan.

En este municipio sólo hay dos monumentos históricos: la llamada casa grande (un palacio de piedra que perteneció a los condes de Desallen y que, hace años, fue dividido para convertirlo en viviendas particulares) y la iglesia parroquial dedicada a San Pedro.

"La iglesia está muy mal. Cualquier día se nos viene encima porque las vigas están partidas y no tenemos dinero para arreglarlas", asegura el alcalde. El templo, del siglo XV y estilo mudéjar, tiene adosada una gran torre de ladrillo en cuyos muros son visibles grietas de varios metros. "La hemos cambiado el tejado como solución de urgencia, porque el agua entraba hasta el interior del templo cuando llovía", recuerda el regidor. En la sacristía de este templo se guardan pinturas de los siglos XVII y XVIII.

En Ribatejada aún quedan viviendas construidas con adobe al estilo de los árabes. Durante siglos fue la única técnica de construcción que se utilizó en, este municipio madrileño. De todas formas, desde hace unos 20 años nadie construye una vivienda con esta técnica. "Ya nadie las quiere. Ahora todas las casas son de ladrillo y cemento", comenta Luis Mayor, albañil jubilado y uno de los últimos que construyó casas de adobe.

"Ninguna se ha caído jamás porque siempre se han hecho a conciencia", dice Mayor. Este vecino recuerda: "Los albañiles no teníamos planos, pero les hacíamos unos muros de 80 centímetros para que no se cayeran nunca". Mayor añade: "Junto a mi padre y mis hermanos, recogíamos tierra de los campos cercanos. Luego, la humedecíamos y la metíamos en moldes (tapiales). Más tarde, la poníamos al sol hasta que adquiría consistencia". Los ladrillos, así fabricados, eran colocados sobre una base de piedra. Formando hileras, e intercalando columnas más sólidas, las casas comenzaban a tomar forma.

"Hicimos casas de hasta seis alturas", rememora Mayor. Los suelos de los pisos eran construidos Con vigas de madera y recubiertos con tablones. "Excepto la parte baja que era tierra aplanada con una zorrilla y a palmetazos. Dejábamos unos suelos donde se podía resbalar". Los tejados de las casas más modestas estaban construidos con ramas, zarzas y paja. Una casa de dos alturas tardaba en ser terminada dos meses con el trabajo de cuatro personas.

Lorencio Calero, uno de los vecinos que compró una de las casas de los hermanos Mayor, mantiene: "Las viviendas de adobe son muy buenas para los ancianos. El frío del invierno tarda mucho en entrar, mientras que los calores del verano se quedan fuera todo el año. Antes sí que sabían hacer las cosas".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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