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Dole inicia la carrera por la presidencia

Antonio Caño

A casi dos años de las próximas elecciones presidenciales, dos de los candidatos republicanos con mayores aspiraciones han entrado ya de hecho en la carrera. Phil Gramm, senador por Tejas, decidió el mes pasado la constitución de su comité de campaña, un preludio claro de sus intenciones. Y Robert Dole, senador por Kansas y jefe de la mayoría en la Cámara alta, ha anticipado que el próximo mes de abril anunciará oficialmente su candidatura. Retirado Jack Kemp, y a salvo de una decisión de última hora de Newt Gingrich, sólo otros dos nombres se esperan en la lista de la oposición: el ex vicepresidente Dan Quayle y el gobernador dé California, Pete Wilson.También participará en el proceso de elecciones primarias, que comienza en enero de 1996 en lowa, el desconocido ex secretario de Educación Lamar Alexander, pero su candidatura cuenta con muy pocas posibilidades de sobrevivir a los primeros meses de la larga batalla hacia la Casa Blanca.

Hoy por hoy, el hombre a batir por Bill Clinton en noviembre de 1996 es Bob Dole. Mucho más si consigue, como dice estar intentando, colocar a su lado como candidato a la vicepresidencia al general negro Colin Powell, ex jefe del Estado Mayor y uno de los norteamericanos con mayor prestigio.

Firmeza y experiencia

El radicalismo del Contrato con América -a cuya elaboración es ajeno- ha colocado a Dole como un conservador de centro, con la moderación que le falta a Gingrich, la firmeza que le falta a Clinton, la popularidad que le falta a Gramm, el juicio que le falta a Quayle y la experiencia que les falta a todos los demás.

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El problema de Dole no es precisamente de carencias, sino más bien de excesos. Es demasiado moderado como para conectar con la línea dominante en este momento en su partido, ha pasado demasiados años en Washington (34) como para presentarse como una alternativa al desgastado establishment y tiene demasiados años como para afrontar dos períodos presidenciales. Dole sería elegido presidente con 73 años, el más viejo de la historia de Estados Unidos, y tendría que presentarse a la reelección con- 77.

La influencia electoral que puede tener la veteranía de Dole es incierta. Dole dijo esta semana que anunciará su candidatura el 14 de abril. No exactamente ese día, que es, Viernes, Santo, pero en torno a esa fecha, en la que se cumplen 50 años del día en que el teniente Bob Dole fue herido al tomar una colina en Italia durante la II Guerra, Mundial.

El propósito de Dole, que todavía tiene paralizada su mano derecha como consecuencia de aquel suceso, es poner en contraste su pasado castrense con la vacía cartilla militar de Clinton. Pero eso, cuatro años después de que este país hubiera elegido por primera vez a un miembro de la generación nacida después de aquel gran conflicto bélico, puede también sonar como un regreso al pasado.

La candidatura de Dole va a contar además con la resistencia pasiva de Gingrich, la figura republicana descollante. Ambos han tenido diferencias ostensibles desde que el senador descalificó públicamente las ideas revolucionarias del congresista por Georgia en la última convención republicana. Dole ha discrepado de algunos apartados del Contrato con América, como algunas reformas sociales que considera demasiado agresivas para las clases bajas. El enfrentamiento se hizo patente cuando Gingrich impidió el nombramiento de Alan Simpson, un hombre de Dole, como número dos republicano en el Senado. En su lugar fue elegido Trent Lott, fiel a Gingrich y a Gramm.

Este último es, por ahora, la carta de Gingrich. Mucho más próximo generacionalmente a él (52 años) y mucho más cercano también al presidente de la Cámara de Representantes en su dialéctica de ardiente conservadurismo. Es el que más dinero ha recolectado hasta el momento y fue el vencedor de unas "primarias de paja" republicanas, el mes pasado, en los Estados de Misuri, Arizona y Michigan. Sería también un buen candidato de compromiso con la poderosa derecha cristiana, que apoya a Quayle.

El candidato sorpresa de esta campaña puede ser Pete Wilson, el gobernador de California, quien se puede ver favorecido por la gran influencia electoral de su Estado.

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