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El hechicero Jorge Reyes

Octavio Cabezas

Llegar, asombrar, estremecer, triunfar. Eso hizo el multiinstrumentista mexicano Jorge Reyes el lunes por la noche en la sala Suristán. Ante unas 150 personas que abarrotaban el recinto, Reyes desplegó sus armas -decenas de tambores, cántaros, ocarinas y flautas, algunas demás de 800 años de antigüedad-, dispuesto a conquistar al público madrileño. Y vaya si lo hizo. Y cómo. Fueron 70 minutos de matrimonio entre las músicas precolombina y electrónica sin interrupciones ni descansos.A guisa de chamán. poseído por oscuros y olvidados dioses, Reyes tocó, gimió, aulló. Hizo música incluso con un cacharro lleno de agua y produjo estupendas percusiones a base de golpearse rítmicamente en el pecho y en las extremidades, o de ahuecar la boca.

De esa forma, el pequeño escenario del local se transformó en un altar de resonancias prehispánicas. El derroche de energía de Reyes fue tal que acabó agotado, superviviente de un viaje iniciático. Y el público, en su mayoría, con la boca abierta.

La única nota discordante la puso algún gracioso apalancado en la barra, cuyos ruidos podían oírse en primera fila. Curiosa manera de invertir las mil pesetas que costaba la entrada.

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