"Creo que hemos recobrado la calma"
Petrus Jacobus Johannes Maternus Kolvenbach, llamado Peter-Hans, hijo de un mayorista de productos alimenticios en Holanda, dirige la Compañía de Jesús -que con sus 23.000 soldados sigue siendo un núcleo de la Iglesia católica- desde el 13 de septiembre de 1983, cuando fue nombrado sucesor del vasco Pedro Arrupe en un contexto de desgarramientos internos y querellas vaticanas.Nacido el 30 de noviembre de 1928, jesuita desde 1948, especializado en lenguas y culturas del Medio Oriente, que pasó más de 21 años en Beirut antes de llegar en 1981 a Roma, como director del Instituto Pontificio de Estudios Orientales, aceptó el reto de recomponer las relaciones de la orden de san Ignacio con la jerarquía, sin que los jesuitas sintieron traicionada su vocación de sumergirse en el mundo ni la compañía se rompiera.
El trabajo de Kolvenbac, que indudablemente ha requerido grandes dosis de sentido práctico y diplomacia, se concreta estos días en la Congregación General reunida en Roma , órgano colegial que integran 233 jesuitas de todo el mundo, para debatir y decidir aspectos básicos de la compañía.
Ésta es sólo la octava ocasión en los gas¡ quinientos años de historia de la orden en que el llamado cónclave, del Papa negro se reúne para tareas distintas de la elección del prepósito. La última Congregación General extraordinaria, de 1974, marcó el punto culminante (le la crisis de la compañía. Peter-HansKolvenbath resume el sentido y contexto de la asamblea actual en estas respuestas a un cuestionario que, excusandose por la falta de tiempo, entregó por escrito.
Pregunta. ¿Pretende la Congregación General una verdadera renovación de la Compañía de Jesús, un cambio de época que será perceptible incluso desde fuera? ¿O bien se orienta hacia pequeñas adaptaciones internas?
Respuesta. Créame que si quisiéramos limitarnos a "pequeñas adaptaciones internas", el enorme esfuerzo que ha hecho la compañía para llevar a cabo esta Congregación General no estaría justificado. Hubiera sido un despilfarro irresponsable de tiempo y de energía. Ciertamente, apuntamos a una verdadera renovación y esperamos que, como fruto de ella, la compañía afine sus objetivos, profundice su entendimiento del camino ignaciano), aumente su vitalidad y sirva mejor al Evangelio. Si logramos esta renovación, los efectos serán perceptibles al exterior. Lo cual no quiere decir que vayamos detrás de unos cambios espectaculares, ni que -como se ha dicho erróneamente- busquemos una "refundación". Queremos renovamos dentro del perímetro (le nuestra vocación, profudamente marcado por la huella de san Ignacio.
P. Decir, por ejemplo, como usted hace, que el diálogo ecuménico, el diálogo religioso o la cooperación con los laicos serán, en el futuro, los. puntos cardinales de los jesuitas, ¿implica una menor atención hacia el trabajo misionero, educativo y social de la compañía?
R. No se trata, necesariamente, de sustituir unas actividades apostólicas por otras, sino de darles un nuevo sesgo. El trabajo misionero, por ejemplo, quedaría realizado si lográramos entablar un diálogo sincero con las otras religiones. La educación de nuestros colegios y universidades ganaria en efectividad si lográramos inculcar en nuestros profesores. seglares el espíritu ignaciano de nuestra labor educativa... En definitiva, se trata de situar las actividades de la compañía en el contexto social y eclesial de nuestros días.
P. ¿Piensa que los jesuitas se sienten hoy más o menos. a gusto que hace 20 años en el seno de la Iglesia?
R. Los problemas de la, Compañía de Jesús no deben considerarse al margen de la Iglesia. Hace 20 años, eran manifiestas las convulsiones que los rápidos. cambios sociales y eclesiales provocaron. Los jesuitas no estaban inmunes a los vaivenes de tales transformaciones. Fueron años a la búsqueda de nuevos equilibrios, de respuestas inéditas a situaciones en trance de cambio y, por tanto, ambiguas. Las aguas han vuelto a sus cauces,y creo sincera mente queja compañía ha recobrado la calma y la serenidad al afrontar los nuevos desafíos. Aunque esto dé lugar a, otras tensiones y expectativas.,
P. En su discurso a la Congregación General, el papa Juan Pablo II pidió "docilidad". ¿Es que los jesuitas no han sido dóciles?
R. Una auténtica docilidad al magisterio de la Iglesia quizá no se logre de un modo definitivo a lo largo de la vida humana. Es más bien un objetivo que nos proponemos alcanzar y que nos esforzamos por renovar, por hacer lo más genuino, cada vez más encarnado. Todos los hombres y mujeres se encuentran con situaciones nuevas, con preguntas que a veces ponen su fe a prueba y que cuestionan no sólo sus ideas, sino también la práctica de la vida cristiana. La verdadera docilidad se vive, no como una reacción automática, sino como una respuesta responsable a la palabra de Dios transmitida a través de la Iglesia en su magisterio. Como cualquier cristiano, también los jesuitas -sobre todo los que trabajan en situaciones de frontera- tendrán que crecer en docilidad.
P. El Papa ha hablado también de notables peligros asociados al tipo de trabajo apostólico característico de los jesuitas. ¿Considera usted que esos peligros son menos graves en el caso de otras órdenes religiosas?
R. Si repasa usted la historia de la Iglesia y de la companía, creo que reconocerá que los jesuitas han estado con frecuencia en trabajos fronterizos, donde los límites se esfuman y es preciso trazar nuevos caminos. Esto no lo digo con orgullo: es simplemente la consecuencia de nuestro carisma institucional. Los peligros sobre los cuales nos advierte Juan Pablo II no amenazan sólo a la compañía. Pero, ciertamente, son peligros reales que amenazan también a los jesuitas.
P. ¿Está dispuesta la compañía a renunciar en favor de la Santa Sede a zonas de autonomía producto de su historia, como es el privilegio de poder dispensar de los votos a los no profesos?
R. Le corresponde a la Congregación General pronunciarse sobre ese punto que el Papa ha dejado a nuestro juicio. Pero aun en la hipótesis de que la Congregación General así lo determinara, yo no diría que es una renuncia "en favor de la Santa Sede", sino un modo distinto de expresar el valor que tienen los votos de todos los jesuitas.
P. ¿Cuáles son los problemas más urgentes que afronta hoy la Compañía de Jesús?
R. En un orden práctico, la disminución de los jesuitas para llevar a cabo los grandes compromisos apostólicos que hemos adquirido es una seria preocupación. En otro orden de cosas, los problemas con los que se enfrenta la compañía son los grandes problemas de la Iglesia y de la sociedad.
P. Con todo, usted ha tendido a quitar importancia al problema del continuo descenso del número de jesuitas.
R. No es que no me preocupe el descenso numérico. Pero más que el número de jesuitas, lo importante es que la compañía haga una contribución cualitativa a la evangelización. San Ignacio nos amonesta que no se admita "turba de gente" en la compañía. Es decir, un número indiscriminado de jesuitas. Cuando los jesuitas influían poderosamente en Trento, abrían nuevos caminos en Asia, creaban las reducciones del Paraguay o se oponían eficazmente al jansenismo, eran menos numerosos que hoy. Recobrar esa vitalidad interna en unas coordenadas nuevas es el principal empeño de la Congregación General ayudada por la voz y la fuerza del Espíritu.
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