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Ese tipo

Ese tipo, que entra en el bar y se pide un pincho de muerte y se lo sirven sin discutir el precio, y se lo toma, el tipo, y los demás mirando, y cuando lo tiene en el vientre el tipo hace un eructo pequeñín -ja ha fet el rotet, dicen en Cataluña- y después del eructín, el tipo, se limpia un poco los labios, muy levemente, con una servilleta de papel, la segunda servilleta, que la primera la ha desechado por razones de higiene, no fuera que otros de quien sabe si sucios hubieran pasado es por ahí, y una vez los labios limpios empieza a caminar hacia la salida sin prisa, pero sin pausa, sin que se le cruce una pierna tendida, un empujón, una tentativa, un insulto, un reproche mascullado entre dientes siquiera, nada, se le cruza la nada, ese tipo, ha dicho Ana Iríbar de Ordóñez (ese de hoy ya ha prescrito, pero yo, quiero llamarla así) ese tipo ha de morir, "sólo deseo la muerte para el que ha matado a mi marido y espero que se muera" ha dicho exactamente Ana Iríbar despreciando la corrección cristiana, la corrección del derecho, la corrección de la mentira, la corrección del micrófono abierto, ateniéndose sólo a la tremenda incorrección del dolor, aspirando a que esa incorrección máxima atenúe la injusticia irremediable de ver cómo ese. tipo veinticuatro horas después se habrá levantado de la cama y se habrá lavado y habrá pensado en mil trámites que le esperan, en el próximo pincho, tal vez en sus padres, tal vez, esas cosas pasan, habrá recordado cuando niño una playa y una vela que surcaba, cualquier cosa, Ana Iríbar, digo, en fin, ha hablado de morir y no de matar, esa distinción semántica que los gramáticos de Egin tan bien conocen allí mueren todos los asesinados, y esa opción verbal que en pleno e incorrecto dolor Ana Iríbar escoge a mí como a ella me llena de lágrimas, absolutamente limpias de perdón.

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