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Reportaje:

"Esto no es el Palace"

Familiares de presos de Alcalá-Meco critican la imagen que se da de la cárcel

Amelia Castilla

Mario Conde es el rey. El nombre del banquero sale inequívocamente cuando se pregunta a los familiares de presos de la cárcel madrileña de Alcalá-Meco por los internos de cuello blanco. En ese mundo, Conde es el líder indiscutible. Nadie nombra, ni por asomo, a Julián Sancristóbal, Juan de Justo o Arturo Romaní. Tampoco se pronuncian sobre los GAL, el terrorismo de Estado o la malversación de fondos. Pero todos coinciden en criticar la imagen idílica que se está creando de la prisión. "Esto no es el Palace", asegura la madre de un condenado por atraco. "Si en Nochebuena les dieron dos langostinos, el resto del año se come fatal".Entre los coches aparcados en el barrizal que hay a la entrada de Alcalá-Meco se ven muy pocos vehículos de lujo. Los familiares entran y salen de la cárcel cargados de bolsas.

"Yo hablo con ustedes, lo que no quiero es que digan quién soy, que luego lo pagan los chicos", pide la madre de un joven condenado por robo. "El mío está muy mal. Se queja, sobre todo, del frío. Qué quieren que les diga del Conde... Pues que ésos comen a su antojo, siempre podrán dar propinas al recadero. Hasta en la cárcel hay ricos y pobres. El mío nunca ha tenido cuenta, ni en Suiza ni en Alcalá de Henares". Su hijo cumple prisión preventiva -en España cerca de 13.000 reclusos están en esta situación- desde hace más de un año y su madre no recuerda haber escuchado a ningún abogado o político preocuparse por su destino.

La prisión está ubicada en un páramo desde el que sólo se divisan las alambradas de la prisión militar que hay al lado: desmontes, cables del tendido eléctrico, el edificio que se utiliza como depósito de la Biblioteca Nacional y urracas sobrevolando los campos. Antonia abandonaba el pasado viernes el centro penitenciario cargada de bolsas de ropa sucia. Al día siguiente tenía que ir a Carabanchel. "Tengo allí otro hijo, también por la cosa de la droga. Me lo llevaron la noche del 31 de diciembre", asegura mientras trata de sujetarse una bufanda que el viento amenaza con arrancar.

Con Antonia salen de comunicar otras dos madres. "Yo, cuando oigo que están jugando al ajedrez o que se pasan el día pegándole al mus, me pongo a hablar sola en mi casa. 'Mentirosos, embusteros', me digo. Y es que aquí dentro se pasa muy mal. Es como si se hubieran olvidado de los presos comunes", clama una mujer de San Sebastián de los Reyes.

Tras ella, sale una familia en la que sólo falta el hijo al que acaban de dejar en su celda. "Nos ha dicho que ha jugado alguna partida con Mario Conde, pero que no tiene relación con él. Qué quieren que les diga, este país está corrompido. Aquí falla todo, empezando por el Gobierno", dice el padre.

De uno de los coches aparcados sale, a todo volumen, música bakalao. Dentro, una chica espera a su madre: "Mis dos hermanos están dentro por droga. La suerte de Conde y los demás dependerá de si colaboran o no con los funcionarios. En fin, ésos son chicos listos, seguro que sobreviven. No como mi hermano el pequeño, que está en aislamiento por no querer ser un chivato".

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