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UGT se enfrentará a una oleada de congresos extraordinarios si no resuelve su crisis

La crisis abierta en la dirección de UGT amenaza con desembocar en una oleada de congresos extraordinarios. El líder del sindicato, Cándido Méndez, ha comunicado hombres de confianza que se ha abierto un camino sin retorno y que no está dispuesto a mantener en su ejecutiva a los disidentes -José Luis Daza, Gustavo Gardey y Dionisia Muñoz- porque le han probado "una clara deslealtad". Esta semana concluirá la ronda de consultas con los máximos dirigentes de las federaciones de industria y uniones territoriales para conocer su criterio. En esos encuentros se ha puesto de manifiesto que 24 de los 31 secretarios generales creen necesario que los disidentes abandonen la dirección.

Para la primera semana de febrero está previsto un consejo confederal del sindicato en el que se va a analizar el conflicto. Allí los 31 responsables de uniones y federaciones y la ejecutiva deben fijar una postura precisa.. Se trata de un órgano consultivo sin poderes resolutivos, pero el criterio mayoritario de los líderes consultados por EL PAÍS es que, un pronunciamiento claramente favorable a la marcha de Daza, Gardey y Muñoz, supondría una desautorización de los tres dirigentes que. les debería forzar a dimitir.Si no presentan su renuncia, los estatutos marcan un plazo de dos meses para convocar un comité: confederal, que sí tiene poderes para destituir a miembros de la dirección siempre que lo apoyen dos tercios de los componentes. Ahí es donde se puede producir una quiebra de imprevisibles consecuencias, ya que si no se reúnen los votos necesarios quien quedaría desautorizado sería Méndez y su equipo, que deberían dimitir. Ello abocaría a un congreso extraordinario de la confederación y de todas las federaciones y uniones, cuando apenas han pasado nueve meses desde el congreso ordinario.

Miembros del sector crítico que aglutina Manuel Fernández Lito creen que se ha llegado demasiado lejos y han dejado claro su apoyo puntual a Méndez para resolver este grave problema. Es el caso de la federación de construcción, cuyo responsable de organización, Teodoro Escorial, describe así las consecuencias: "Esto hay que resolverlo sin tener que ir a un comité confederal, porque no están garantizados los 121 votos [de 181] necesarios. Si Cándido no obtiene dos tercios de los votos para destituir a los disidentes, entonces dimitiría él y ello desembocaría en congresos extraordinarios. Quien abra ese melón no sabe lo que se va a encontrar, porque hay crisis en la práctica totalidad de las federaciones y uniones. Antes el 51 % de los representantes votaba por el 100%, pero ahora no y cada delegado vota autónomamente".

Una buena parte de los dirigentes territoriales y de federaciones han declarado a EL PAÍS que es preciso un alto el fuego, por lo menos mientras concluyen las elecciones sindicales y se despeja la crisis de PSV. Ese criterio se defiende, lógicamente, desde el grupo de Méndez, pero también desde personas cercanas a Lito. Uno es el líder de la federación de banca y servicios, Jorge Díez quien afirma: "Hay que evitar un congreso extraordinario. Hay que hablar con la organización y buscar una solución con mucha seriedad y la cabeza muy fría". "Se ha llegado a una situación tan crítica que habrá que tener mucha serenidad para resolverlo", afirma Daniel Alastuey, máximo responsable de la Federación de Servicios Públicos, quien propone un acuerdo que pase por la permanencia de los disidentes.

Además del ambiguo apoyo de la FSP, Daza, Gardey y Muñoz sólo están respaldados por las uniones de Madrid y Valencia. El sector crítico de Lito -Metal, Cataluña, Asturias y Cantabria- no quiere alianzas con ellos, aunque tampoco parece dispuesto a apoyar a Méndez y mantiene una postura que califican de "prudencia".

Una peligrosa conspiración de café

Cuando Nicolás Redondo se retiró, dio a Cándido Méndez este consejo: "No tienes que he redar mis malas relaciones con Felipe [González]". El actual líder de UGT tomó buena nota e inició una política de acuerdos que le ha llevado con frecuencia al Palacio de La Moncloa. Y se hizo cargo de un sindicato bien diferente, con un sector crítico que Redondo no tenía y con miembros de su propia mayoría que empezaron a ponerle piedras en los zapatos nada más concluir el congreso. Lo que se inició como una conspiración de café, se ha convertido en una grave crisis de consecuencias imprevisibles que ha colocado a UGT al borde del abismo en medio de unas elecciones sindicales y con el caso PSV pendiente de los tribunales.Todo empezó en el comité confederal celebrado los días 19 y 20 del mes de diciembre pasado, que estuvo a punto de concluir con la renuncia de toda la dirección, incluido su secretario general, y con una gestora al frente del sindicato. El conflicto estalló cuando tres miembros del equipo de Méndez, y que formaban parte de su mayoría, no apoyaron las resoluciones que dos días antes habían aprobado por unanimidad en la ejecutiva, entre ellas la composición de la mesa para presidir el comité.

Eso se producía en el máximo órgano de decisión entre congresos, donde los componentes de la mesa se convierten en los primeros responsables del sindicato. Si Méndez hubiera perdido aquella votación -obtuvo el 58% de los votos- tendría que haber dimitido y la UGT hubiera quedado gobernada por una gestora hasta el congreso extraordinario.

José Luis Daza, Gustavo Gardey y Dionisia Muñoz, en alianza coyuntural con el sector crítico, formalizaban así su ruptura con el resto de la ejecutiva que se había venido gestando prácticamente desde el congreso de abril de 1994 en reuniones extraoficiales. Unas discrepancias que en el seno de UGT se interpretan como "un pulso de poder", dado que la pura estrategia sindical se aprobó por unanimidad.

El Gobierno formalmente se ha mantenido al margen, pero por la vía de los hechos ha roto su interlocución con Daza, quien es todavía el responsable de política sindical, una de las secretarías más importantes de la central.

A pesar de esos frentes, en las elecciones sindicales la UGT ha eludido la debacle que algunos vaticinaban, salvo en Madrid -donde CC OO casi duplica los representantes ugetistas-, Cataluña, País Vasco y Metal. Los datos totales registrados en el Ministerio de Trabajo indican que CC OO aventaja en dos puntos a UGT.

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