Apología nauseabunda
Durante el largo camino, en ciertas ocasiones y con respecto a determinados temas, uno se cree a salvo de la sorpresa. Supone el iluso que ya ha visto todo lo que tenía que ver, oído todo lo que tenía que oír y decepcionado todo lo que tenía que decepcionarse. Se convence de que ha llegado al punto donde nada ni nadie será capaz de dejarle, como se dice coloquialmente, de una pieza. El primer niño con barriga de embarazada por el hambre que vemos impresiona, al milésimo lo pasamos de largo. Una matanza tribal es cosa dura, aunque. cuando son diarias pierden mucha fuerza. Yugoslavia nos llenó de horror, ahora convivimos con un genocidio en casi absoluta armonía, y de vez en cuando, ya sólo de vez en cuando, nos preguntamos con sentimiento en parte fingido hasta cuándo, va a durar la carnicería. Pero llegan otros temas, otras guerras, ahora la de Chechenia, y se olvidan las que estaban antes, como se olvidará también esta última. Nos acostumbramos a todo, y la costumbre lleva de la mano el final de nuestra sensibilidad, la que provoca la sorpresa y e"[ sobresalto, mata la pasión necesaria que nos ha de mover y movilizar. Pero incluso en este punto aparece un tal Salvador Fernández Moreda, y es capaz de conseguir irritarnos más que Amedo y Domínguez juntos.Llevamos un tiempo metidos hasta el cuello en las cloacas de los GAL. Día tras día saltan a la luz pública revelaciones, datos, declaraciones que incluso rebajándolas en un amplio tanto por ciento su credibilidad, teniendo en cuenta de donde vienen muchas de ellas, por qué vienen y adónde quieren llegar, aun en ese caso, producen ganas de vomitar. Han abierto las alcantarillas y el olor es nauseabundo. Pero, como ocurre a aquellos que viven, por ejemplo, al lado de una papelera, al final se te acostumbra la pituitaria. Salvo que sea Felipe González el próximo inquilino de Carabanchel, cosa ciertamente improbable, nadie que entre en la cárcel nos pillar desprevenidos. Las mentiras de los acusados, los recursos absurdos, el ahora digo lo que no quise contar antes, son el pan nuestro de cada día. En el sálvese quien pueda que nos encontramos en este momento, época de negociaciones de la realidad, estamos dispuestos a soportar con estoicismo casi todo lo que se refiera a encubrimientos, medias verdades o medias mentiras, huidas hacia adelante y demás artilugios, legales o no.
Pero nuestra sensibilidad, o al menos la mía, no se encuentra preparada para la oleada nauseabunda que se lleva produciendo desde hace un mes, en forma de justificaciones y apologías, más o menos directas del nacimiento, crecimiento y caída de la banda de los GAL por parte de algunos dirigentes políticos. La última ha llegado desde Santiago de Compostela, de boca del secretario de organización del PSOE gallego, don Salvador Fernández Moreda. El susodicho, que perteneció a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE entre los años 1981 y 1988, no se corta un pelo al afirmar, entre otras lindezas, cosas como "el mejor terrorista es el terrorista muerto", "si algo reprocho al que lo hizo es que lo hiciera tan chapuceramente" o "es absolutamente innecesario la reapertura de las investigaciones, ya que no alcanzo a comprender el beneficio social que va a conseguir por eso".
Se puede aguantar que cada día salga una nueva barbaridad, un nuevo implicado, una mentira más. El estómago todavía se encuentra en buenas condiciones, y con todo lo que ocurrió en 1994 estamos casi curados de espantos. Pero lo que resulta intolerable, lo que revuelve los jugos gástricos, es que haya mucha gente, demasiada gente, incluso en la clase dirigente política, como el señor Fernández Moreda, que no sólo no hayan mostrado un claro e inequívoco interés en el desenmascaramiento de la trama, ni siquiera ahora, sino que la justifican, apelando a no sé qué para perpetrar lo que son simple y llanamente unos cuantos asesinatos, inútiles, innecesarios, bárbaros (dudo de que alguno no lo sea). Basta ya con la cantinela de "hombre, hay que ponerse en el contexto del año l983" y cosas por el estilo. Como dirían, Faemino y Cansado: "Y una mieeeerda". Mientras haya gente que piense así ocupando cualquier tipo de puesto dirigente, no podremos dormir tranquilos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.