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Enero

Rosa Montero

Si Navidad es la apoteosis de las dulces mentiras si en ella culmina el mito di la eterna felicidad publicitaria, entre crujidos de papel charol y cálidos destellos de velas festivas (realidad virtual le llaman a eso ahora:. la apariencia que pasa por ser cierta, el sueño que suplanta a la vigilia), el mes de enero siempre ha simbolizado, por el contrario, el retorno a la cotidianidad más tangible y austera.Y justo en estos días hemos asistido a una historia cruel que es el perfecto relato antinavideño. Me refiero al caso de José y María Medina, ese matrimonio de jubilados que van a perder su piso por 20.000 pesetas. Repasemos los detalles porque son increíbles: los Medina, emigrantes de Jaén, se compraron una vivienda cerca de Barcelona hace veinte años: costaba 400.000 pesetas y tuvieron que recurrir a una hipoteca. En 1981 adquirieron también un televisor (su cuota de mitos y de sueños), pero pronto la dura realidad se hizo presentó: José perdió el empleo y no pudieron pagar las tres últimas letras del aparato, 20.000 pesetas en total. Como no tenían otra cosa de valor, la financiera, Fincolor, logró que les subastaran el piso y se quedó con él por la suma adeudada; después cedió la casa a un tal Miñana por la misma e irrisoria cantidad. José y María, que son casi analfabetos, nunca comprendieron el alcance de estos trámites; ahora se encuentran con una orden de desahucio y no entienden nada. Yo tampoco entiendo que la ciega aplicación del código ampare una atrocidad de este calibre, que la legalidad se oponga a la justicia: desde el más elemental sentido común, quedarse así con la casa es simplemente un robo. La juez ha aplazado el desalojo 45 días. Me pregunto quién tiene la responsabilidad de parar esto, y si vamos a asistir a esta brutalidad de enero (de la vida feroz) sin hacer nada.

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