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Al Getafe le da miedo ganar

El Lleida, con la suerte del líder, se encontró con el empate en los instantes finales

El miedo es libre. Y peligroso. Sobre todo para el Getafe, un equipo incapaz de mantener la calma cuando el éxito asoma la calma cuando el éxito asoma la cabeza por Las Margaritas. Quedaba un cuarto de hora para el final del partido y un espectador no dudó en hacer público el sentir de la afición getafense: "¡Árbitro, la hora!", gritó con firmeza. Ocurría que el Getafe ganaba. Y al Getafe le da pánico ganar.En esos momentos, el campo de Las Margaritas era escenario de una solidaria sesión de tembleque. En su césped, en sus gradas y en uno de sus banquillos, el ocupado por Sánchez Duque. Y la culpa no era del Lleida, el temido líder de la categoría. Porque los de Mané se estaban limitando a hacer lo mismo que habían hecho en la hora y cuarto anterior, o sea, nada. La culpa la tenían el balón, que quemaba, y el reloj, que no aceleraba. Y a un balón que quema se le maltrata. Eso hicieron en los instantes finales los getafenses, y por eso se les fue de las manos una victoria que era exclusivamente suya.

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El Getafe, entre chasquidos de dientes, se fue agazapando más y más. Y cavando trincheras estaba, defendiéndose a pelotazos, cuando Gonzalo cazó un globo lejano y se la puso a Bartolo, que empujó con la cabeza. No era justo el empate, cierto. Pero sucede que el Getafe dilapida su fortuna, tan trabajosamente amasada, en cuestión de segundos. Y entonces ya sobra hablar de justicia.

Ayer, el punto que parece sobrarle en todos los partidos al Geta se lo llevó el líder, un equipo que lleva desde septiembre habitando en el primer puesto de la clasificación y que apesta a Primera División. Y no por lo que hizo en Las Margaritas, que fue horroroso, sino porque es un conjunto que sabe moverse en los pantanosos te rrenos de una categoría donde las florituras sirven de poco.Pineda, al hospital

A los nueve minutos, el Lleida dio el primer zarpazo, en un inesperado regalo de la defensa local que aprovechó Pineda. El hispano-francés hizo el gol y se fue directo al hospital, con la clavícula hecha un ovillo tras la torpe y peligrosa salida del meta Caballero.Pero el Getafe no se arrugó.

Se fue arriba y mordió. Pudieron marcar Montero y Rafita. Lo hizo Guerrero al lanzar una falta como mandan los cánones: carrera horizontal hacia el balón, rosca y a la escuadra.

A los de Duque se les veía a gusto en el césped. Y más lo estuvieron cuando Rafita, el favorito de la afición, se metió hasta la cocina leridana con el balón en los pies. Era el 2-1, lógico y merecido. Instantes después, Vicente se fue a la ducha por una entrada de su compañero Palau. Fue una expulsión popular, pedida a grito pelado por todo el estadio.

El Getafe vivió entonces sus mejores momentos. Pero no machacó. Poco a poco fue bajando el ritmo, hasta terminar tratando al balón con dudoso gusto. El Lleida nunca vio el empate cerca, ignorando sin duda que se enfrentaba a un rival al que los últimos minutos de un partido, le dan pavor. Y empató, claro. Así lo dicta la absurda costumbre de un Getafe al que cada día se le da mejor jugar y peor ganar.

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