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¿Qué centro-derecha?

Mi amigo Javier Tusell quiere que la derecha española se decante. Hermoso verbo el de "decantar". Sugiere el cuidadoso trasiego de un vino viejo de una botella polvorienta a un hermoso botellón de cristal, a través de un lienzo inmaculado que retiene el poso de los años: certera imagen de lo que ha de hacer el centro-derecha español para ponerse al hilo de los tiempos sin perder lo aprendido con la experiencia de siglos.Más fea es la palabrota en la que luego cae Tusell cuando habla de esa transformación en sus artículos y tertulias: pide un "decantamiento" de la derecha hacia posiciones socialdemócratas. Así no sabemos si la derecha ha de ponerse de canto para ganar las elecciones, o darse con un canto en los dientes si las gana. Quizá esté Tusell queriendo lanzar un encantamiento sobre la oposición, para convertir la carroza del liberalismo en la calabaza de UCD.

No ha elegido Tusell el mejor momento para pronunciar la oración fúnebre del liberalismo basado "en el culto romántico al liberalismo más radical, olvidando toda idea de comunidad, o la aplicación del mercado en donde no se puede o no se debe hacer funcionar". La sintaxis no es perfecta, pero se le adivina la intención.

Nunca he creído que deba condenarse ningún ideario porque sea viejo o de otro siglo. Una atenta lectura de Karl Popper me ha enseñado que el avance de la historia no garantiza la calidad de la última moda. Tengo mucho visto desde mediados del siglo XVIII; cuando se consolidaron las ideas de Hume y Smith que forman la base de la sociedad de la libertad natural y de la confianza en el mercado, Ni me sentí triunfante cuando prevalecieron, ni desesperado cuando volvieron a las catacumbas.

Para quienes son susceptibles a los argumentos historicistas, sin embargo, quiero señalar que en Estados Unidos parecen haber sufrido un revolcón las ideas socializantes de Bill Clinton y Hillary Rodham Clinton. Han ganado los republicanos, y dentro de ese partido, los que firmaron el Contrato con América.

Ese contrato consta de 10 puntos fundamentales que a mí me parecen inspirados al menos en parte en un liberalismo radical y retrógrado (es decir, sano). Como ha dicho Newt Gingrich, los republicanos que se sintieron defraudados por el fracaso del programa interior de Reagan reconocen que en una democracia sin límites constitucionales que lo impidan, la tendencia de los representantes del pueblo es la de duchar a sus votantes con fondos y favores y negarse a un aumento de los impuestos, con el consiguiente aumento del déficit. Es necesario algún tipo de acuerdo solemne para que todos eviten quedar atrapados por ese mecanismo populista.

Pretenden los nuevos republicanos prohibir constitucionalmente el déficit, recortar las ayudas sociales, para reducir el desincentivo a volver al mercado de trabajo, reducir los impuestos sobre las plusvalías del capital, limitar las indemnizaciones por fallos de servicios o productos. Es todo un programa valiente para los primeros cien días del nuevo Congreso.

No las tengo todas conmigo, pues nada dicen del control de los gastos del Servicio de Salud Medicare, de la reducción de los subsidios a la agricultura y de la supresión de las ayudas a las familias de clase media para que envíen a sus hijos a la universidad. Claro que ahí están sus votantes.

Ahora lean las clarividentes palabras de Tusell en su último sermón para la derecha: "Tratando de aplicar a España la revolución de los ochenta, quienes la defienden no sólo no tienen en cuenta las condiciones de nuestra sociedad, sino que practican la modernidad de anteayer". ¿Anteayer?

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