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Chechenia y el poder en Rusia

Los últimos acontecimientos en Grozni, la capital de la rebelde república de Chechenia, muestran que la guerra puede prolongarse y adquirir un carácter más sangriento del que calculaban los militares. La inestabilidad que esta situación produce puede hacer de Borís Yeltsin una figura superflua e incluso indeseable para las élites actuales de poder, que desean calma para poder cosechar los frutos del reparto de la propiedad estatal que prácticamente culminó el año pasado.Es indispensable contar con una situación estable para el afianzamiento de los actuales centros políticos de poder, que esquemáticamente hablando son tres. El primero está representado por la figura del jefe de Gobierno, Víctor Chernomirdin, y defiende los interees del complejo enérgetico, principalmente del petróleo y del gas. Detrás de Chernornirdin se encuentran las principales fuentes de divisas del país y un estructurado sistema de dirección, ya que controla gran parte del aparato del Gobierno. Con el primer ministro también están relacionadas una serie de instituciones, financieras, ante todo el Banco Imperial.

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El segundo centro político de poder lo representa el, primer vicejefe de Gobierno, Oleg Soskovets, "él hombre del complejo de la industria militar. Soskovets, de 45 años, es presidente de la Comisión Gubernamental para Problemas Operativos, lo que traducido a un lenguaje más normal significa que dirige al grupo de ministros que debe resolver los problemas más urgentes que surgen. Líder del grupo conservador del Gabinete, es partidario de preservar el papel regulador del Estado en la economía en mayor medida de la que hay existe y de formar grandes grupos monopolistas al mismo tiempo, presiona para otorgar más créditos a la industria.

Durante la crisis chechena, precisamente a Soskovets se le ha encargado coordinar las acciones del Gobierno con las de los militares, como la persona más cercana a éstos. Probablemente, Soskovets puede contar entre sus aliados con el poderoso general Alexandr Korzhakov, jefe del Servicio de Seguridad del Presidente.

El tercer centro político de poder está representado por el alcalde capitalino Yuri Luzhkov, como líder del grupo moscovita de financieros, empresarios y políticos. A Luzhkov lo apoyan los más importantes bancos privados del país -por ejemplo, el grupo industrial-financiero Most-Bank, los bancos Stolichni y Menotep-, el Gobierno de Moscú, que es una importante estructura de administración y, a diferencia de lo que sucede con Chernomirdin o Soskovets, una serie de medios de comunicación. Entre estos últimos se cuenta la influyente televisión independiente NTV, los diarios Segodnia, Kuranti y Moskóvskaya Pravda, además de la revista Stolitsa. Precisamente por eso, Luzhkov es el que tiene la mejor imagen entre los capitalinos, y a su nombre se asocian varias exitosas campañas propagandísticas, incluso de carácter nacional, como la reconstrucción de la Iglesia de Cristo Redentor, una de las mayores reliquias religiosas rusas destruida por los bolcheviques.

Para realizar un golpe de palacio de apariencias legítimas quien tiene las mayores posibilidades es el primer ministro independientemente de la persona que ocupe este puesto, ya que, según la Constitución, es el que se convierte en jefe de Estado, si el presidente no puede seguir cumpliendo sus funciones por razones de salud. Éste es el lado fuerte de Chernomirdin. Su debilidad consiste en que Korzhakov no contacta con él, sino con Soskovets, su potencial rival. La situación de Soskovets es la contraria: por el momento no tiene base legal para reemplazar a Yeltsin, pero potencialmente cuenta con el apoyo de los poderes fácticos. Por último Luzhkov, al menos mientras siga siendo alcalde, no tiene posibilidades reales de dar un golpe de palacio, sobre todo si se tiene en cuenta sus malas relaciones con Korzhakov.

Los grupos que se han enriquecido en el curso del reparto de la propiedad estatal tienen serios motivos para estar descontentos con Yeltsin, ya que éste muestra cada vez más que no es capaz de evitar las crisis y, cuando éstas surgen, que no puede solucionarlas a través de negociaciones y compromisos, sin enfrentamientos ni sangre.

Más aún, surge la impresión de que Yeltsin provoca las crisis, ya que ellas le permiten resolver los problemas acumulados ignorando y transgrediendo las leyes e incluso la Constitución por él impuesta. Pero ninguno de los centros políticos de poder por sí solo posee fuerzas suficientes para realizar un golpe de palacio. Para tener éxito en esta empresa deben ponerse de acuerdo y actuar solidariamente.

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