Diamante
Leer unos versos incontaminados de Paul Valéry rodeado de ratas grises también es una forma de definirse políticamente. Eso pienso hacer para despedir el año. Si una muerte bella honra toda una vida sucia, un acto puro como es mirarse en el álgebra marina de un gran poetá podria airear toda la pestilencia que en este año se ha acumulado. No pienso clamar contra la corrupción ni recordar que vivimos sobre una cloaca abierta. Voy a tratar de salvarme individualmente siguiendo las normas del tiempo epicúreo y para eso este último día del año intentaré redimir al mundo metiéndome en la cama a las diez con un libro de poemas y bajo la luz tenue de la mesilla brillarán unos versos de diamante junto a mi memoria toda la noche. Tal vez sea ésta una estética putrefacta, pero al menos me ahorrará la vanidad de opinar. Atravesaré la hora crucial sumergido en el sueño. Podría suceder que los versos de Valéry fermentaran en la oscuridad, de modo que el año nuevo amaneciera tan limpio como un carbón azul tallado con un láser. Ratas grises y húmedas nos dan hoy lecciones de moral. No hay que bajar la guardia. Debemos volver a la clandestinidad para luchar desde allí contra la suciedad que nos envuelve ejercitando pequeños actos felices. Cada día son más los que intentan salvarse sumergiéndose dentro de símis mos. Existe ya un inmenso ejército de individualistas que ha abrazado el anonimato como una disciplina. No exige nada, no espera nada. Cada uno de sus militantes se limita a tratar de ser puro sin elevar la voz. Intenta ejercer los derechos a una felicidad diaria, a unos placeres medidos. Este ejército. clandestino cree que sus actos algún día también fermentarán desde abajo hasta purificar a toda la sociedad. Trato de iniciarme en esta secta de exiliados. Ejerceré uno de sus ritos metiéndome en la cama a las diez este último día del año con unos versos de Paul Valéry junto a la cabecera para esperar que la noche los vaya tallando en mi memoria. Mañana el mundo, tal vez, será un poco más puro.
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