La importancia del rango fraterno
Los primogénitos y benjamines suelen tener mayores conflictos en el desarrollo de la personalidad
El número que se ocupa entre los hermanos cobró gran importancia en algunos estudios psicológicos infantiles en los años sesenta y setenta. Con la disminución de la natalidad, las familias numerosas casi han desaparecido, y, con ellas, la relevancia que los expertos otorgan al rango fraterno como factor determinante de la personalidad. Actualmente se tiende a tomar en consideración otras variables, como la personalidad de los padres, la situación económica o el nivel cultural. Sin embargo, ser hijo único o nacer el primero o el último tiene su importancia.En la actualidad, educadores y psicólogos señalan la importancia del rango fraterno, aunque resaltan que éste cobra su sentido en relación con otros factores más determinantes para la formación de la personalidad del individuo, como el sexo, el nivel cultural y económico de la familia y la personalidad de los padres. "Se trata de variables que no pueden estudiarse de forma aislada", explica Teresa Suárez, médico de familia.
Según algunos estudios realizados en Estados Unidos en los años sesenta, los primogénitos, en familias de clase media, mostraban mejores calificaciones escolares y un coeficiente de inteligencia, en general, más elevado, en comparación con los segundos, y tendían a ser más responsables, menos rebeldes y a estudiar carreras muy relacionadas con el modelo paterno.
"Los primogénitos tienen, en principio, mejores condiciones intelectuales, son más conformistas con la autoridad y más introvertidos", señala Jesús Beltrán, director del departamento de psicología evolutiva y de la educación de la Universidad Complutense de Madrid. "El segundo tiende a ser mas agresivo porque tiene que conquistar un puesto dentro de la familia, mientras el primero es ya un experto, en su relación social y familiar, cuando él llega".
Sin embargo, lo que en principio pueden ser factores positivos, pueden tornarse en un enorme lastre a la hora del desarrollo personal. "El primero es, por lo general, un hijo muy deseado, en el que se vuelcan muchas expectativas", afirma Teresa Suárez. "Recibe una mayor estimulación en su desarrollo, pero, al mismo tiempo, se le educa con una mayor inseguridad, puesto que los padres se preocupan demasiado al sentirse inexpertos".
'El pequeño'
Junto al primogénito, la figura más definida y conflictiva es la del benjamín. Pueden darse dos modelos: un niño sobreprotegido o un niño que ha llegado por accidente, cuando los padres son mayores y, por tanto, está más abandonado."En la actualidad", explica Llera, "con familias que raramente sobrepasan los dos hijos, la figura del segundo se confunde con la del benjamín. Ser siempre el pequeño, sobreprotegido y, al mismo tiempo, descalificado por serlo puede hacer que se sienta un extraño en la familia".
Un estudio estadounidense resalta que son beneficiosas las familias reducidas, con dos hijos como máximo, porque los padres dedican más atención cualitativa a cada hijo, lo que los estimula más.
La política antinatalista adoptada en China en 1979 preocupa a los expertos, porque la está convirtiendo en una sociedad de hijos únicos. Estudios realizados en jardines de infancia de aquel país demostraban que los niños únicos se impacientaban con más facilidad, prorrumpían en llanto y se daban por vencidos. Los profesores hablaban de ellos como egoístas, descuidados con las cosas, exigentes y malhumorados.
Sin embargo, el mismo estudio en Estados Unidos mencionado mostró que los hijos únicos son como los primogénitos y los de familias de dos hermanos: más inteligentes, con más éxito, mejor carácter y una capacidad lingüística mucho mayor.
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