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Militares rusos en Chechenia

CARLOS TAIBOEl Ejército está claramente corroído, como lo demuestran los numerosos casos de indisciplina y la tibieza de las sanciones

Los acontecimientos de Chechenia han revelado signos claros de fisura en las Fuerzas Armadas rusas. Olvidemos ahora que la mayoría de los cuadros militares ha obedecido las órdenes recibidas y centrémonos en el presunto perfil de las posiciones disidentes: pese a que la normativa legal atribuye a las Fuerzas Armadas un claro cometido al respecto, algunos militares estiman que no les corresponde resolver un problema que los propios portavoces gubernamentales convienen en calificar de "interno". Los militares contestatarios han hecho suyo lo que es un lugar común en la opinión pública rusa: la convicción -efecto de una mezcla de desidia, desprecio y xenofobia, y no de una genuina liberalidad- de que Chechenia es un territorio ajeno, con la paralela aceptación de su independencia.Al menos a primera vista, lo anterior desmiente el vigor de las querencias imperiales que es inevitable asociar con el masivo respaldo ofrecido por los militares a Zhirinovski en 1993. La explicación reside, tal vez, en que ese apoyo no alcanzaba a las concepciones geoestratégicas de Zhirinovsk¡, nada concesivas en lo que respecta al Cáucaso norte. Junto a ello hay que dar cuenta de algunos datos más.

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El primero remite por fuerza a la delicada situación económica que atraviesan los militares: la asignación de un cometido evidentemente duro -una acción bélica en toda regla-, lejos de reducir la conciencia sobre los problemas más prosaicos, la ha acrecentado. La efectividad del aparato militar se resiente así cuando las espaldas no están cubiertas.

Lo anterior apunta, en segundo lugar, a un incipiente sentimiento de instrumentalización por el poder político. Muchos militares se preguntan por qué la intervención en Chechenia se ha postergado tres años y concluyen que lo que ha conducido a la situación actual no es el designio de imponer la ley o de preservar los derechos rusos, sino la precaria situación y los Intereses de un presidente, Yeltsin, que además no da la cara.

En tercer lugar, parece haberse acrecentado la desconfianza con respecto a un mando en el que se dan cita corrupcion, escasa profesionalidad y las secuelas del plegamiento, en octubre de 1993, a los caprichos de Yeltsin. La institución militar está claramente corroída, como lo demuestran por igual los numerosos casos de indisciplina y la tibieza de las sanciones. Por no estar claro ni siquiera lo está de dónde proceden las órdenes.

A lo anterior, que explica por qué los militares no siempre! siguen a unos jefes en los que no confían, se agrega el efecto de las disensiones en el propio mando. Es notorio que figuras bien situadas en la caden jerárquica y en las adhesiones, como Grómov y Lébed, se opongan a una intervención que acaso en otros momentos, y con ellos como protagonistas, hubieran respaldado; en 1992, Lébed fue más lejos, por cierto, en Moldavia. Con la promoción de afganos y militares duros, Yeltsin no ha conseguido lo que se proponía: calmar ánimos y aunar voluntades.

Un último factor invoca las peculiares circunstancias que rodean la acción militar en Chechenia: improvisación, exceso de confianza, inexperiencia, desconocimiento del entorno y falta de preparación de las unidades. No parecen haber sido muchas las previsiones en lo relativo a tres horizontes: una eventual Administración militar de ocupación, una posible resistencia guerrillera y una extensión del conflicto.

Hay quien piensa que, no sin cierta paradoja, las posibilidades de relación horizontal en el seno de las Fuerzas Armadas rusas son hoy menores que las que se hacían notar en el Ejército soviético en los años postreros de la perestroika. Parece como si, en Chechenia, los militares rusos estuviesen padeciendo la misma patología que Otto Latsis identificó en la economía soviética: una falta de percepción del dolor que sólo permite reaccionar ante éste en situaciones extremas.

Carlos Taibo es director del programa de estudios rusos de la Universidad Autónoma de Madrid.

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