El año que cambio Banesto
En 365 días, el banco español mas tradicional ha pasado a ser propiedad de uno de sus directos competidores
Eran las 14.15 horas del 28 de diciembre de 1993. Tras una mañana en la que la Bolsa se había convertido en un hervidero de rumores, el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Luis Carlos Croissier, decidía suspender la cotización de Banesto. Fue el detonante. Dos horas y cuarto después, el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, comunicaba al entonces presidente de Banesto, Mario Conde, la decisión: el banco emisor tomaba las riendas de la entidad y destituía al consejo de administración, incluido el hasta entonces intocable Conde, que incluso acudió al Rey, en busca de árnica.La noticia hizo temblar las estructuras del mundo financiero. Era el día de los Inocentes. Pero, ni mucho menos, una inocentada. La decisión se convirtió en una cuestión de Estado. Estaba en juego el prestigio del sistema crediticio de un país y, tal vez por ese motivo, hasta que decidió intervenir, el Banco de España se tentó mucho las ropas. Exigió a Conde un plan de viabilidad que no le valió y, posteriormente, acabó por adelantar una intervención que tenía prevista para semanas más tarde.
Los días previos a la intervención fueron de máxima tensión. Los responsables de Banesto pedían ayuda a sus socios estadounidenses de J.P. Morgan y movían todos los hilos políticos imaginables. Los del Banco de España advertían de la perentoria necesidad de tapar el agujero de la entidad. Un quebranto patrimonial que, según los datos procedentes del banco emisor, se elevaba a 605.000 millones de pesetas y que requirió la intervención directa de la Administración y del resto de la banca. Esa cifra se desglosaba de la siguiente forma: 284.000 millones de necesidades de saneamiento de la cartera de créditos; 182.000 millones de saneamientos de la cartera de valores de los que 88.000 corresponden a la Corporación Industrial; 42.000 millones procedían de gastos activados que debieron haber pasado a resultados; 79.000 a insuficiencia del fondo de pensiones y 18.000 a otras Pérdidas del último ejercicio.
La intervención, además, puso fin a una fulgurante carrera en ascenso de un hombre que supo aprovechar su presencia en uno de los bancos con más solera para deslumbrar al resto del sector con una imagen de salvador y modernizador. Un hombre que venía de dar una campanada empresarial con la venta de Antibióticos por 58.000 millones y que irrumpía como banquero de nuevo cuño frente a otros que le sacaban más de 20 años. Un hombre que, como consecuencia de lo descubierto en 1994, observa el aniversario de la intervención desde la prisión de Alcalá Meco (Madrid).
Tras la intervención, Conde guardó silencio unos días. Lo rompió el 11 de enero de 1994. En una rueda de prensa multitudinaria, el presidente destituido no convenció. No fue capaz de derrotar las razones del Banco de España. Después se refugió de nuevo en el silencio, que no quebraría hasta la presentación de su libro, El Sistema, mi experiencia en el Poder. Sus dos comparecencias ante la Comisión parlamentaria de seguimiento de Banesto, fueron su tumba pública. Los diputados le acorralaron y Conde dio, por primera vez, la imagen de haber perdido los papeles definitivamente. Aunque los golpes de gracia se los dieron el fiscal de la Audiencia Nacional Florentino Orti -presentación de la querella el 15 de noviembre de 1994 contra él y nueve ex altos cargos del banco (ocho ex consejeros y un ex director general, que luego se ampliaría a tres consejeros más) y el juez de Delitos Monetarios Manuel García-Castellón (auto de prisión el 23 de diciembre de 1994).
En los casi 12 meses que mediaron entre la intervención y el encarcelamiento del expresidente de Banesto se agolpan una larga serie de acontecimientos.
Al decidir la intervención el 28 de diciembre de 1993, el Banco de España encargó a Alfredo Sáenz, entonces vicepresidente del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), que tomara provisionalmente el mando de Banesto tras pedir el correspondiente permiso al presidente de su banco, Emilio Ybarra. El BBV prestó, además de Sáenz, a 16 directivos. El Banco Santander, que como el resto de los grandes bancos fue informado inmediatamente de la decisión, cedió a uno.
El nuevo equipo presidido por Alfredo Sáenz se encontró con que los depositantes del banco retiraban sus fondos vertiginosamente (se llegó a perder más de medio billón). Su primer objetivo consistió en frenar esa sangría al tiempo que elaboraba el plan de saneamiento. El 28 de enero, los grandes bancos alcanzaron un acuerdo sobre este plan que, en líneas generales, consistió en una ampliación de capital de 180.000 millones, la compra de activos dañados por valor de 150.000 millones de pesetas por parte del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), y la concesión, por parte de este organismo, de un crédito de 300.000 núllones de pesetas con interés cero durante un periodo de cuatro años a Banesto.
La ampliación de capital citada iría acompañada con una reducción del nominal de las acciones de 700 a 400 pesetas. El plan sería aprobado por los accionistas en junta general extraordinaria el 26 de marzo. Esta misma junta, que duró casi 10 horas, también aprobó la presentación de una acción social de responsabilidad contra los anteriores gestores de Banesto.
Fue ésta una de las acciones emprendidas contra Conde y los ex gestores de Banesto. Además, el Banco de España abrió expediente contra ellos y el Congreso de los Diputados constituyó una comisión de seguimiento, cuyos trabajos terminaron con el convencimiento por parte de todos los partidos de que Conde y alguno de los ex administradores del banco cometieron delitos y fueron los responsables directos de la crisis de la entidad.
Poco a poco, el banco que dejó en quiebra técnica Mario Conde fue retomando el vuelo. Tras la junta extraordinaria, el FGD suscribió la ampliación de capital y pasó a controlar el 73,61% de Banesto. Posteriormente, puso en marcha la venta de sus acciones mediante subasta. Una subasta a la que acudieron tres grandes bancos: Santander, BBV y Argentaria. Finalmente, fue la entidad que preside Emilio Botín la que más apostó y se quedó con Banesto, allá por el mes de abril. El precio: 313.476 millones de pesetas (a 762 pesetas la acción). BBV se quedó en 667 pesetas por acción y Argentaria en 566.
La adquisición de Banesto creó malestar en el BBV, banco que había prestado a 16 directivos para reflotar Banesto y que quería quedarse con la entidad para constituir una gran entidad. Botín le birló a su tocayo Ybarra esa posibilidad. Pero no sólo eso. También le hizo una jugada maestra al ofrecer a todo el equipo del BBV que se quedara en Banesto. Alfredo Sáenz aceptaría la invita ción y, con él, alrededor de una decena de directivos. La acción del Santander provocó que el consejo ejecutivo del BBV estudiase la presentación de un recurso para que se anulase la subasta por defecto de forma en los documentos del Santander. Finalmente no lo hizo.
Una vez cubierto este flanco, empezó la investigación a fondo de las actividades de los antiguos gestores de la entidad. Y con el paso del tiempo se irían descubriendo una serie de operaciones realmente llamativas. Operaciones que serían la base de la querella del fiscal de la Audiencia Nacional y que son todo un tratado de la denominada ingeniería financiera. Operaciones en las que aparecen sociedades intermedias, algunas domiciliadas en paraísos fiscales, controladas por los gestores de Banesto y que actúan en beneficio de éstos (Carburos Metálicos, Euman-Valyser, Veblinsa); pagos de facturas cuyo destino definitivo no se conoce (Argentia); compraventa de acciones de sociedades que posteriormente van a ser enajenadas (grupo cementero); actuaciones sobre propiedades inmobiliarias (Gescam, Pueyo-Oasis, Promociones Hoteleras); colocación de acciones propias (Pueyo-Oasis) y muchas más (Jacques Hachuel, grupo Doma, Oil Dor... ).
En resumen, ha sido un año que han parecido cien, con un colofón inesperado: Conde y Romaní, los artífices de un Banesto vaporoso, en prisión preventiva. Mientras tanto el banco comienza una nueva etapa.
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